Cuando escuchamos 'especies invasoras' rápidamente viene a nuestra cabeza la imagen de esos carteles de las películas de ciencia ficción de los años 50, donde seres extraterrestres de ojos saltones aparecían en platillos volantes y atacaban la tierra abduciendo a los seres humanos. Lejos de ser ciencia ficción, las especies invasoras son un problema real, convirtiéndose en el segundo factor responsable de la pérdida de biodiversidad a nivel mundial. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la introducción de especies exóticas de flora y fauna ha ocasionado, desde 1600, la extinción del 39% de las especies autóctonas de animales.

Las cordilleras, los grandes ríos y océanos durante miles de años han funcionado como barreras geográficas impidiendo de forma natural el movimiento de animales y plantas, manteniéndolas recluidas en sus áreas de distribución natural. Si tuviéramos que pensar en el origen de las invasiones biológicas podríamos afirmar que éstas son tan antiguas como la Humanidad. Ya desde el Neolítico, el hombre, durante sus migraciones ha transportado semillas y animales para dedicarlos a la agricultura y ganadería lejos de sus lugares de origen, transportando de forma involuntaria otras especies que se convirtieron en 'malas hierbas' o plagas. Desde entonces hasta el día de hoy la apertura de nuevas rutas comerciales, el aumento del trasiego de mercancías y personas y la desaparición de barreras geográficas, gracias a los medios de transporte, ha favorecido el aumento del número de especies y la frecuencia con que se produce su introducción, lo que ha causado un grave impacto sobre la biodiversidad, la economía y la salud.

En muchos casos la llegada de estas especies a sus lugares de destino apenas tuvo una repercusión significativa, diluyéndose su efecto y despareciendo con el tiempo, sin embargo en otras ocasiones los efectos fueron devastadores. En el siglo XVI la introducción de la rata en Europa provocó la muerte del 30% de la población europea. Pero quizás la introducción en 1859 de 24 conejos en el continente australiano provocó una de las invasiones biológicas más conocidas, ya que en 1950 la población de estos simpáticos lagomorfos pasó a ser de 600 millones de ejemplares, causando incalculables daños en cultivos y provocando un desastre ambiental que hoy día no se ha podido paliar.

Actualmente la lista de especies exóticas presentes en los distintos continentes es enorme, solo en Europa el número de especies exóticas supera las 11.000, de las cuales alrededor de 1500-1600, es decir entre un 12-13%, son consideradas como especies exóticas invasoras. Este porcentaje se hace mucho más elevado en las islas, como el caso de Hawái donde existen 1.500 especies de plantas autóctonas y 4500 especies de plantas exóticas.

LISTADO El listado pues de especies exóticas invasoras a nivel mundial va aumentando cada día a pasos vertiginosos, mucho más rápido que la capacidad de los estados para detectar su presencia si cabe.

Los científicos norteamericanos Carlton y Geller hallaron 317 especies de organismos exóticos en el agua de lastre de un solo barco de mercancias japonés recalado en la costa pacífica de los EE.UU. Si se tiene en cuenta el número de barcos y pasajeros que se mueven diariamente de una punta a otra del mundo podríamos tener una idea de la dimensión del problema que acontece con estas especies. Con el objeto de priorizar esfuerzos y de prevenir su entrada en aquellos lugares donde aún no hayan llegado la UICN ha elaborado la "lista de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo", donde aparecen especies como el mosquito tigre (Aedes albopictus), la cabra doméstica (Capra hircus), el mejillón cebra (Dreissena polymorpha), el camalote (Eichhornia crassipes), el black-bass (Micropterus salmoides), el caracol manzana (Pomacea canaliculata) o la tortuga de Florida (Trachemys scripta). Este listado tiene como objeto centrar la atención de los países en una lucha común frente a las especies invasoras.