«No tengo ni una joya porque todo me lo he gastado en viajar. Me gusta mucho porque ves mundo, otras culturas, se aprende. No te puedes encasillar en una ciudad o en una provincia tan pequeña como la nuestra». Así se presenta Victoriana Pérez Prieto, 80 años, de Cáceres. Nana, como la conocen, regentaba una pastelería, ‘Dulcelandia’, junto a su marido, con el que compartió la vida 58 años.

- ¿Cómo recuerda su infancia?

- En la escuela aprendí las cuatro reglas y a los 12 años ya me mandaron para casa a trabajar. Empecé a coser en un taller de modistas, mis padres no me podían dar opciones, éramos seis hermanos...

- Eran tiempos difíciles, ¿no?

- Después me coloqué de cajera, pero estaba a punto de cumplir 16 años cuando se me estropeó la vida. Murió mi madre y me quedé al cargo de mis hermanos pequeños, el menor tenía solo siete años.

- Y la vida siguió...

- En aquel tiempo conocí también al que fue mi marido. Salíamos en pandilla y él siempre se ponía a mi lado. Ocho años de noviazgo y 50 de casados. Si hubiera sido ahora, habría llegado a la noche de bodas con experiencia... Al siguiente mes ya me quedé embarazada de mi primer hijo. Tengo tres.

- Nunca estuvo dada de alta pero fue de las que más trabajo en la pastelería ‘Dulcelandia’.

- Pero eso fue un acuerdo entre mi marido y yo porque echamos cuentas y decidimos que así era mejor. Quedaba muy poca pensión como autónomo. Estuve detrás del mostrador 34 años. En el mes de julio cerrábamos y nos íbamos de viaje.

- ¿Dónde?

- Fuimos a París, a Nueva York, a un crucero en Grecia, a Londres... El último viaje que hice con mi marido fue a México. No me quiero morir sin volver a París, qué ciudad tan bonita.

- Si echa la vista atrás, ¿qué habría cambiado?

- Anda que no hubiera sido yo moderna en esta época. Habría esperado para ser madre, pero es que en aquel momento todas hacíamos lo mismo. A veces cuando se hacen comentarios en la tele y se dice: «Eso es machismo», yo pienso: fíjate lo que es machismo ahora... En mi época a lo mejor te decía el novio que llevabas los labios muy rojos, que mejor de rosita. Y él era de los modernos de entonces...

- ¿Y si piensa en cómo lo vivió su madre?

- Pues mira, en mi casa mi padre era el único que comía carne porque era el que trabajaba y no había dinero para comprar para los demás. Él era herrador. Así que los demás nos quedábamos mirando. Pero es que eso lo teníamos asumido como algo natural, aunque yo ya me planteaba que por qué tenía que ser así.