Mi mirada fija sobre la pierna adolescente de la anciana que teje, la diosa Palas. Mi mente está intentando descifrar y ordenar las historias que se superponen y cuenta esta magnífica obra, y así un día, otro… tantas veces como he ido en mi vida a visitar el Museo del Prado y elegir una obra para recrearme en su belleza, en su historia, en su sabiduría. Somos lo que seremos capaces de hacer, pero para hacerlo, nuestro suelo debe soportarse sobre lo que, hombres y mujeres, que nos hayan precedido nos han dejado, y un paseo por el Museo del Prado, nos permite subirnos sobre varios peldaños para volar si es lo que queremos.

Hoy, aunque no esté paseando en él, permitidme que escoja de entre sus obras a esa de la que hablo al comienzo, de las Hilanderas o la fábula de Aracne, de Diego Velázquez (apellido con el que firmaba, el de su madre). No lo haré por quienes ven en unas de sus intrahistorias reflejado el conflicto territorial y que quizá podría resultar de actualidad, no, lo haré para referirme a quienes aportan tantísimo a todos y todas pero que la historia, a veces, le es injusta, a veces, también, porque quienes lo hacen no tienen ninguna intención de perpetuarse en el tiempo y solo la única voluntad de un bien común, sí, hay muchas y maravillosas personas así. Una de ellas fue Isabel de Braganza, cuya idea dio como fruto este tesoro patrimonial, el Museo del Prado.

Desconozco si coser empodera o no, yo que he crecido en mitad de ese arte diría que sí, o si tuviese en cuenta la discusión entre Palas y Aracne, diría que por supuesto, pero como quien utilizó en vano y con absoluta frivolidad esa expresión para relegarnos a todas nosotras al subsuelo no entraré en ese debate pues devaluaría a ese precioso verbo y, desde luego, lo que tengo claro es que verdaderamente lo que empodera es visualizar a quienes aportan a la humanidad ideas constructivas y valiosas, como lo es Isabel de Braganza, una idea que ha tejido el devenir pictórico nacional hasta nuestros días.

Y no quisiera finalizar este artículo sin mencionar a otros de esos héroes de lo colectivo que la historia suele silenciar, un extremeño al que le debemos todo nuestro reconocimiento por mantener y preservar este museo, un verdadero patriota que como leí esta semana «pasó a la historia del arte no solo por su obra, que también, sino por cumplir su promesa de devolver a España la totalidad del tesoro artístico nacional». Timoteo Pérez Rubio.

Hoy en la Universidad de Extremadura hay quienes velan por que su nombre no sea olvidado, para que sea valorada su obra como se merece. Hoy en la Universidad de Extremadura hay quienes están velando por que se reconozca la obra de tantas de esas mujeres de su generación que no obtuvieron ninguna consideración.

La cultura teje y enriquece los mejores proyectos comunes, los que unen en lo más profundo de una sociedad, la riqueza que entre todas y todas aportamos, desde ahí, desde su altura la mirada será diferente; les invito que lo hagan como escribió Cortázar, subiendo la escalera al revés.

Por todas ellas, por todos ellos.

*Filóloga y diputada del PSOE.