Seductores y sugestivos, vistosos los viveros en abril. Las plantas se transportan una vez recreadas. La viveza de las hojas y de pétalos y sus colores casi olvidados --como haya sido de larga y adusta la invernada-- llegan al corazón poniéndoles los ojos encima. ¡Cuántos jardineros se han debido ocupar y cómo de semilleros, tierra, abono, trasplantes y temperaturas! Abril en los viveros son las procesiones de azaleas y geranios, dalias y bromelia, ciclámenes, orquídeas, margaritas, anémonas, camelias... dejándose querer, parpadeando abrumados ante tamaña delicadeza.

Esas naves blanquecinas que huelen a naranjo y limonero están preparadas, en abril, para recomponer también las cosas de las casas, rotas, estropeadas relaciones, miradas entornadas, puertas cerradas, labios apretados, secas palabras y manos frías. Distantes distancias se quedan cortas si reciben narcisos o peonías. Emociones encallecidas se tambalean con hortensias azules.

La fila indica de la variedad de veredas de los viveros: el lenguaje latente y ligero de las flores.