El otro día no pude evitar entrar en una tienda de juguetes por el simple hecho de recordar momentos de mi infancia. Pese a ser un sábado por la tarde y tratarse de una tienda considerablemente grande, estaba bastante desierta. Mi pareja y yo nos dedicamos a recorrer las diferentes secciones, comentando los juguetes que habíamos tenido, como los Playmobils, Chuchelandia, la muñeca Barbie..., y cuestiones como la categorización sexista, al verlos separados por colores. Por un momento, me paré a mirar la tienda con una visión global y expresé la pena que me daba que se estuviera perdiendo el divertirse con simples juguetes como los que mi pareja y yo habíamos tenido. Y es que así lo vemos nosotros los millennials, pero supongo que nuestros padres, que jugaban con una peonza o al escondite, lo sentían también de la misma manera cuando veían que sus hijos se distraían con juguetes más complejos. A pesar de que nuestra percepción sea que se pierden ciertas costumbres, la verdad se resume en que la sociedad está en constante evolución y debemos adaptarnos a ella, rememorando nuestros antiguos hábitos como lo que son, un bonito recuerdo.