WAw caba la anomalía italiana. La dimisión de Silvio Berlusconi marca el fin de una era de la historia contemporánea de aquel país. Pone fin a 17 años de una gran anormalidad. La política estuvo dominada por el conflicto de intereses del primer ministro, la elaboración de leyes ad personam para evitarle tener que hacer frente a la justicia y por una serie de escándalos de corrupción y sexuales que se resumen en el tristemente célebre bunga bunga . Berlusconi ha convertido a Italia en un hazmerreír en los escenarios internacionales. Había sido un empresario de gran éxito --gracias, en parte, al apoyo de los políticos-- y una vez pasado él a la política, ha gobernado como si el país fuera una prolongación de sus empresas. Pero un país no es una empresa en la que el único objetivo es el beneficio, sino que el objetivo de un gobernante debe ser el bien común. Sería injusto, no obstante, echarle todas las culpas al primer ministro obligado a dimitir. Cuando Berlusconi llegó al poder por primera vez, Italia estaba sumida en un vacío político dejado por los años de podredumbre en las instituciones que desembocaron en Tangentopoli.

Esta herencia fue la que aprovechó el empresario. Ahora se va en medio de una crisis que no solo es italiana; es una crisis europea. Pero el fin de la anomalía italiana supone el nacimiento de otra anomalía. A Berlusconi no le han mandado a casa los electores que le habían dado su voto en varias ocasiones, y de forma mayoritaria en el 2008. Han sido los mercados quienes han echado a un primer ministro paralizado, incapaz de tomar las medidas adecuadas para hacer frente a la crisis de la deuda pública. La formación de un Gobierno técnico que no habrá pasado por las urnas es una solución de emergencia, pero es siempre una solución que desvirtúa a la democracia. Ahora es lo que se necesita, pero esta irregularidad en un sistema democrático debe tener los días contados.

El nuevo Gobierno ha de devolver la confianza a los mercados. Conseguido este objetivo, habrá llegado la hora de la política, que es el arte de gobernar. Afortunadamente, desde la altura del Quirinal, el presidente Giorgio Napolitano vigilará con ojo atento, como ha hecho durante este proceso con el que acaba toda una época. Todo apunta a que al frente del nuevo Ejecutivo estará el economista y senador vitalicio Mario Monti, que tendrá también la responsabilidad de regenerar la política italiana. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, propuso ayer mismo a Giorgio Napolitano viajar a Roma junto con la canciller alemana, Angela Merkel, para apoyar la formación del Gobierno de Monti. Otro indicador de que los tiempos cambian en Roma.