Cuando alguien escriba la historia del periodismo en Extremadura, deberá dedicarle a Fernando Hernández Pelayo, al menos, una página destacada. Le conocí en aquel cuchitril prestado de la calle John Lennon, que hacía las veces de redacción, poco antes de que se inaugurase el Centro Territorial de TVE en Extremadura. Por aquel entonces, en Mérida había poco más de una docena de periodistas, todos muy jóvenes, llenos de ilusiones y con pocos medios para desarrollar su labor. Fernando era uno de esos pioneros que suplían las muchas carencias con profesionalidad, sin alardeos, que arrancaba tiempo a su familia y amigos para dedicárselo a su trabajo y a sus semejantes, sin pedir nada a cambio. En una palabra, era un hombre caracterizado por la modestia y verdaderamente comprometido con su profesión y con su tierra.

El trabajo de este cacereño de nacimiento y emeritense de adopción rezumaba el rigor y la objetividad debida. Nos demostró que tras la aparente frialdad y asepsia con la que un buen profesional debe tratar la noticia, a veces no se puede estar impasible ante la realidad y hay que comprometerse. Así, cuando vio aquel espeluznante reportaje dedicado a los orfanatos chinos, no pudo mirar para otro lado, y junto con otros amigos y compañeros impulsó decididamente la fundación de ANDENI. Comenzó, como él decía, "el vuelo de la cigüeña amarilla", para casar a familias sin niñas y niñas sin familia. No sin grandes trabas burocráticas y dificultades de todo tipo, la "cigüeña amarilla" voló muchas veces hasta el Lejano Oriente para venir cargada de felicidad. Varios centenares de niñas y jóvenes, de ojitos rasgados, llevan apellidos extremeños y anualmente se reúnen en familia para celebrar el Año Nuevo Chino, porque, como me decía Fernando, el hecho de la adopción no debe suponer perder los orígenes.

Fernando se nos ha ido inesperada y prematuramente, en plena madurez como profesional y como ser humano, cuando todavía nos hubiera podido ofrecer lo mejor de su experiencia acumulada durante más de media vida dedicada al periodismo y a los demás. Se nos ha marchado casi sin hacer ruido, cuando muchos de los que le querían y apreciaban se encontraban de vacaciones. Por coincidencias del destino, le hemos despedido en el día en que se ponía punto y final a los Juegos Olímpicos de Pekín, él que tanto amaba el deporte y que tan fuertes lazos vitales le unían a China. A veces, algunas casualidades dan que pensar...

Máximo Durán Abad **

Pte. de la Asociación de la Prensa de Mérida