No faltan las paradojas en este país paradójico. Resulta que Zapatero , que ha ganado las elecciones, hace autocrítica y promete enmendar errores, mientras que Mariano Rajoy , que las ha perdido, se reafirma en su proyecto, que le ha situado en la oposición.

Zapatero ha actuado con valor e inteligencia al exhibir su propósito de enmienda, pues debe mucho a la movilización provocada por miedo a una alternativa que se ha presentado con la sutiliza de una cruzada y encabezada por un dirigente sin carisma ni autonomía. En cambio, Rajoy no ha sabido ver que sus 10 millones de votos no corresponden totalmente a su proyecto, sino a la movilización conservadora contra un socialista inquietante.

Este debe de sentirse feliz ante la continuidad de su adversario al frente del PP, una continuidad que veremos hasta dónde llega. Aunque el gallego se maquille, no podrá eliminar las arrugas de un personaje caducado que no promete ni para el pasado. Se percibe el clamor general en la parroquia conservadora reclamando caras nuevas o dirigentes en ascenso como Esperanza Aguirre o Alberto Ruiz-Gallardón .

XEL PRESIDENTEx disfrutará de un tiempo de gracia para enmendar errores. Estimo que el más importante ha sido su frivolidad en el terreno económico, facilitada por una euforia económica que perdonaba errores y ligerezas, pues con coyuntura en alza todos somos buenos gestores. Solo así se explica la bicefalia de Miguel Sebastián y Pedro Solbes , que emitían mensajes diferentes y a veces contradictorios. Este último se enteraba por la prensa de decisiones de los ministros que atañían a sus responsabilidades; en ocasiones era el propio presidente quien tiraba para adelante sin tomarse la molestia de consultar con el responsable de las cuentas públicas ni someterlas a un debate en consejo de ministros. Para colmo, quien debía coordinar la política económica no tuvo intervención alguna en el nombramiento de ministros de este ámbito. Zapatero rectificó este error en campaña preelectoral de la forma más solemne e inaudita: ofreciendo continuidad a su vicepresidente en un mitin y deshaciéndose en elogios hacia su persona.

Solbes la aceptó en otro acto público, en el que puso sus condiciones, que se resumían en que su categoría vicepresidencial fuera un hecho y que tuviera algo que decir en el nombramiento de sus ministros. Solbes también está rectificando, al asumir la seriedad de lo que calificaba como meras "turbulencias". Ha rebajado las previsiones del crecimiento del PIB en torno al 2,5%, ha reconocido la amplitud del parón en la construcción y ha asumido algo parecido a una autocrítica en política antiinflacionista, que se había dejado a la mano del buen Dios y que cargó el diablo con una galopada a pelo de los precios.

La explicación de la escalada del petróleo es insuficiente, como lo demuestra que otros países con similares dependencias del mismo no sufren semejante nivel de inflación, que está un punto por encima de la media de la UE. En plena campaña electoral, al candidato socialista se le ocurrió la idea de crear un observatorio para vigilar los precios, lo que da un poco de risa. Antes, los cínicos aconsejaban: "Cuando no quieres que un problema se resuelva o pienses que no tiene solución, lo mejor es que crees una comisión". Ahora lo que se lleva es montar un observatorio. No está mal observar un problema y hasta deleitarse con él, pero, en el mejor de los casos, es una solución insuficiente, como curarse un cáncer con aspirinas, y en el peor, un invento burocrático que solo sirve para incrementar el gasto público, aunque pueda ser útil para premiar lealtades.

Hay también indicios de que el presidente rectificará su política energética, que solo puede calificarse de nefasta. Dejó caer Endesa, en manos de Enel, una empresa italiana que además de estar en manos de un Gobierno extranjero --lo que no parece conveniente en un sector vital-- no se distingue por su eficiencia. Semejante error ya no tiene arreglo, pero puede evitar la entrega de la otra gran eléctrica española, Iberdrola, a EDF, propiedad en un 80% del Estado francés. Zapatero ha iniciado ya la rectificación en esta materia, al pedir a Sarkozy que frene a EDF al menos hasta que nombre un nuevo Gobierno. Es probable que no vete a la poderosa eléctrica francesa, pero al menos vestirá el muñeco decentemente con una alianza de civilizaciones energéticas, tan del gusto de Zapatero, por la que la francesa mandaría en España y a nuestro país se le asignaría un pequeño papel en el mapa energético del país vecino. Es posible que en este diseño tuviera alguna baza Gas Natural, a la que el Gobierno dejó en su día a los pies de los caballos.

Pronto sabremos si Zapatero rectificará otro error de su primer mandato: la selección de los ministros, que, con escasas excepciones, no dieron la talla. El Gobierno no debería ser, fundamentalmente, un parlamentito interior, el resultado de una combinación compleja de género y territorios, aunque se tenga en cuenta en la medida de lo posible la igualdad de sexos y razonables consideraciones territoriales. La idea predominante debería ser el fichaje de los más competentes para una tarea nada fácil: gestionar bien un país.

*Periodista