Cuando el Partido Popular llegó al poder prometió escrupulosidad al administrar el dinero público. Luego, en varias ocasiones, la existencia de defectos formales en la instrucción judicial --respecto a hechos probados-- han salvado a dirigentes populares en affaires económicos.

Esta vez, por decisión del Tribunal de Cuentas, el alcalde de Madrid, Alvarez del Manzano, tendrá que devolver a su municipio casi 103.000 euros (unos 17 millones de pesetas) por facturas propias indebidas. Son un tipo de pagos que ofenden mucho a los ciudadanos: viajes de la esposa, regalos personales o donativos presentados como propios, abonados en todos los casos con dinero del ayuntamiento. Esa falta de seriedad al no diferenciar el dinero público del privado ha sido una constante de este alcalde, que no tendrá que devolver una cantidad todavía superior gracias a que otros gastitos suyos pagados por la ciudad están prescritos. No hay que escandalizarse. Estas cosas pasan, son de responsabilidad personal y está bien si se detectan y castigan. Lo intolerable es que cuando lo hacen otros haya una formación que se presente como pura y virginal, y que generalice diciendo que todo ese otro partido es corrupto.