WEw l informe entregado ayer en Estambul al secretario general de la ONU, Kofi Annan, por el grupo de alto nivel de la Alianza de Civilizaciones, promovida por Rodríguez Zapatero y apoyada por su colega turco Erdogan, atina al identificar la crisis palestino-israelí como el mayor de los conflictos entre Occidente y el orbe musulmán, y acierta al considerar las razones políticas, antes que las religiosas, como la piqueta que ha cavado el foso que separa ambos mundos. Pero apenas concreta los memoriales de agravios que esgrime cada parte, porque hacerlo sería tanto como dinamitar el proceso en ciernes, cuya viabilidad y resultados prácticos deberán superar numerosos obstáculos. La falta de un capítulo específicamente dedicado a los derechos de la mujer, un asunto que levanta ampollas en muchos auditorios musulmanes, no es el único ejemplo del "realismo constructivo" del que ha hablado alguno de los redactores del informe final, pero sí el más llamativo. Ni siquiera la intención de Zapatero de presentar la próxima semana una iniciativa diplomática europea para frenar la caída libre del "conflicto de conflictos", en expresión suya, que estos días se concreta en la carnicería de Gaza, consigue disipar la impresión de que hace falta la decidida complicidad de los grandes actores de las relaciones internacionales --EEUU, la UE, Rusia y algunos estados árabes-- para que la alianza pase de buenos propósitos a hechos. Y, aun en este caso, no faltarán quienes consideren que la alianza ha entrañado el reconocimiento implícito de que existe un choque de civilizaciones. Esto es, una fractura insuperable entre ambos universos culturales.