Don Miguel de Unamuno me salvará ante los ojos de quienes leáis este breve artículo, que no es más que un hondo suspiro escrito, el orgulloso reconocimiento de un privilegiado observador, amante de la naturaleza, a un pueblo excepcional por su historia, por su paisaje y por su gente, ante la atenta mirada de la Sierra del Aljibe, del entrañable Pericuto. Avalan mis palabras de admiración las letras de uno de los más notables escritores de todos los tiempos.

El gran autor y filósofo español nació muy lejos de Aliseda, en Bilbao, pero anduvo e hizo camino por tierras extremeñas y, según dicen, bebió y vivió fragancias serranas. El tiempo quiso, y la necesidad también, que muchos vecinos de la falda de la Sierra de San Pedro devolvieran visita a nuestro insigne literato a Vascongadas, sobre todo a Irún. Mucha sangre aliseña corre por venas irundenses.

Anastasio , que no era ni tenía nada que ver con el pueblo, arrastraba una existencia lamentable, sin estímulo ni objetivo para el vivir, aunque esperaba que algún día se le apareciera el Amor del que tanto hablaban los hombres y recitaban los poetas.

No sentía codicia de dinero, ambición de gloria ni anhelo de mando. Leía el Eclesiastés mientras esperaba la última experiencia, la del Amor. Viajaba y viajaba sin rumbo fijo en busca del Amor. A muhler fatal , terrible novela de Camilo Castello Branco , le hizo meditar y preocuparse por si le sucedía lo mismo. Se mortificaba pensando que pudiera morir sin haber amado; no ser amado era menos grave para él. Viajaba y viajaba desesperado y errante, sin esperanzas.

Don Miguel de Unamuno jugaba con sus personajes cuando recordó el otoño de la Sierra, introdujo a Anastasio en el tren Madrid-Lisboa y lo asomó a la ventanilla para que viera el desfilar de las colinas, así como un cendal de nubes que se desflecaban y deshacían en jirones.

El autor de esta historia creyó oportuno que el tren parase en la estación de Aliseda para que los viajeros comieran, y así lo hizo. ¿Para qué seguir el viaje?, pensaría Unamuno, ¿qué mejor sitio que éste para un romance?

Entró en escena Eleuteria introduciendo un pedazo de manzana en su boca, grande, fresca y húmeda. Anastasio la miró y se le nubló y esfumó todo lo demás. Clavaron sus miradas, palidecieron ambos, se reconocieron como almas gemelas, conocieron el amor y decidieron dar por finalizado el viaje.

Cuestionaron el amor que cantan los poetas, guardaron largos silencios, buscaron en el fondo de sus ojos el secreto de sus destinos y temblaron de felicidad. El autor quiso que las primeras y últimas horas de los amadores discurrieran en el sórdido cuarto de una vulgarísima fonda de Aliseda.

Los encontraron en el lecho, juntos, desnudos, y fríos y blancos como la nieve. Murieron del corazón según el perito médico, el fondista fumigó el cuarto creyendo que era contagioso y trasladaron a los amantes al cementerio, echándolos en una misma huesa y tapándolos con tierra.

Desde aquí quiero hacer dos agradecimientos, uno a Diego , por descubrirme esta perla literaria, y otro a don Miguel de Unamuno por guardar entre sus recuerdos el humilde, honesto y laborioso pueblo de Aliseda.

*Pte. autonómico de CSI-CSIF Extremadura.