WAw tajar una crisis financiera y reducir sus efectos a la zona donde se inició es mucho más difícil que establecer un cordón sanitario por la fiebre aftosa o limitar el efecto en cadena de desconexión de subestaciones de electricidad. Es la tercera lección del verano. Hasta el pasado jueves al mediodía, los mejores expertos en interpretar la evolución del mercado de valores --que incluye acciones, divisas, deuda pública o privada y materias primas-- decían que la crisis de algunos bancos norteamericanos, que eran avalistas finales de los créditos hipotecarios que habían obtenido familias que difícilmente pueden devolver el préstamo, se debía limitar al propio mercado financiero de Estados Unidos. Luego se supo que realmente esta interpretación no era así.

El Banco Central Europeo (BCE) anunció, de manera inesperada, que iba a prestar 94.800 millones de euros a los bancos privados para evitar que hubiera falta de liquidez. ¿Anticipación o reacción ante la inseguridad que transmitían los mercados americanos, y que George Bush fue incapaz de atajar en su comparecencia?

Ayer hubo nueva entrega de dinero barato por el Banco Central Europeo: el aviso se ha convertido en confirmación. Hay crisis financiera a la vista, que empieza en EEUU pero que se deriva a los países de Europa porque muchos bancos privados europeos acudieron al reclamo de la inversión en productos financieros emanados desde Wall Street, la considerada como meca de la especulación, como la financiación de las hipotecas de riesgo (subprime, en la jerga del sector), y que ya saben que las han de contar como fallidas. La amenaza de extensión del pánico es real pese a que su fundamento sea endeble.

La turbulencia financiera mundial ha llegado a España con una interpretación particular, porque nuestro país está señalado, hace tiempo, como protagonista principal de la burbuja inmobiliaria. Por su parte, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero asegura que el problema se centra en el mercado norteamericano y no alcanza a España. Desde el punto de vista bancario no es así, porque la insolvencia de deudores en Estados Unidos está en el 14% y la española no supera ni el 2%.

Pero tampoco debería desaprovecharse la oportunidad para seguir recordando que nuestro país debe escarmentar en cabeza ajena: la proliferación de chiringuitos de reagrupación de deudas que se anuncian a diestro y siniestro en los medios de comunicación, cuya actividad aún no tiene ley que la regule, responde al mismo principio --aunque se haya sabido sofisticar a nivel mundial-- de convertir en riesgo especulativo la necesidad de vivienda.

De momento, el Banco Central Europeo ha adivinado que el reajuste financiero mundial es inevitable. Ojalá que sepa liderarlo.