No le estrujéis más. Lo podríais romper. Besadle, abrazadle, pero no olvidando que la naturaleza humana es quebradiza. Es una recomendación a las masas depauperadas de Brasil, después de la gira por las zonas pobres del país del nuevo presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Las lesiones en la espalda causadas por los abrazos de los entusiastas les deben servir de lección. Lula puede sentirse muy orgulloso del entusiasmo de sus seguidores, pero el servicio a las clases más desamparadas no pueden exigirle ni una baja temporal. Se le necesita en plena forma, pues es bien sabido que los adversarios de su programa justiciero de hambre cero no descansan.

Hay que creer que los abrazos causantes de las lesiones eran de personas de sus mismas ideas, porque podrían ser que los supuestos partidarios fueran adversarios infiltrados, tipos contratados por las clases hasta ahora dominantes, con la turbia intención de dejar bien patente la debilidad del pregonero del mensaje de hacer posible que en uno de los países con más recursos de la Tierra las masas coman caliente dos veces al día.

La llamada caravana del hambre, en la que han participado el presidente y 29 ministros y secretarios de Estado, ha estado muy bien. En ningún país, nunca la derecha ha sido tan bien acogida por las clases populares. Pero que la victoria de la batalla de la izquierda brasileña en la calle no haga perder de vista la guerra, que en política se libra siempre en los despachos. Mientras los nuevos gobernantes estaban de gira, seguramente conspiraban los que han mandado siempre. Menos mal que Lula se las sabe de todas.