Ahora que se va acercando la fecha de conmemorar el día de su fallecimiento, el 6 de enero de 1905 en Guijo de Granadilla, creo que es buen momento para recordar al más insigne de nuestros poetas, José María Gabriel y Galán, por los buenos momentos que hemos disfrutado leyendo sus intemporales poemas: El Embargo, El Ama, El Cristo Benditu, Los Postres de la merienda, etc. A modo de encabezamiento, he de señalar que estoy totalmente en desacuerdo, con esos pregoneros envidiosos, resentidos y mediocres que por desgracia tanto abundan en nuestra bendita tierra, los cuales a la mínima ocasión no dudan en calificar a nuestro entrañable Gabriel y Galán como un poeta menor porque en sus poemas eligió asuntos sencillos y comunes. Pero creo que en esa sencillez estriban sus principales méritos; sencillez que alcanza también a los sentimientos y si bien es verdad que algunas de sus poesías tengan lunares, también es cierto que son tan hermosas y tan exactas que fácilmente se le perdona, aunque vaya en perjuicio de dicha poesía.

Pero lo que realmente se le valora es la verdad de los pensamientos, la nobleza de los afectos, la belleza de las imágenes y sobre todo la inspiración sincera y difundida por todas partes de su producción poética.

Es evidente que al leer El embargo se descubre aquella fuerza y aquella entraña que él imprimió a su poesía. Y eso fue debido porque él lo sentía brotar en el ambiente popular que respiraba, en ese lugar extremeño de las gentes sencillas que le rodeaban.

Pienso que Gabriel y Galán fue un poeta popular en su tiempo y aquella gente sencilla de Extremadura presintió que ese hombre era suyo aún después de muerto, que era su verbo, su palabra y la voz de su alma extremeña. Y por eso mismo lucharon, para que su cuerpo quedara permanentemente allí.

Sería imposible tener una tumba más gloriosa para el cuerpo del poeta que la que tiene en Guijo de Granadilla, pueblo que hizo brotar en su imaginación tantas y tantas poesías que figuran como inmortales.

Finalmente yo aconsejaría a esos iluminados y envidiosillos de pandereta que antes de hablar del insigne poeta consulten las sabias palabras que sobre él escribieron en su día Borges, Gabriel García Márquez y, sobre todo, Don Miguel de Unamuno.