Volver a dar a las asignaturas religiosas el peso y la trascendencia académica de antes de la transición rompe aquel consenso democrático. Este gesto-rodillo del PP en beneficio de sólo una parte de los ciudadanos relanza uno de los temas mas tradicionales de enfrentamiento entre los españoles. Y no sólo nos aleja del modelo civil y laico, aunque respetuoso con todas las religiones, impulsado constitucionalmente tras la muerte de Franco, sino que instaura una detestable práctica política: que cuando un partido consigue la mayoría absoluta rompe los elementos de equilibrio social pactados voluntariamente entre todos.

Mas allá de las cuestiones de fondo, la decisión del PP es inoportuna. Porque llega cuando la religión cristiana pierde notoriamente seguimiento en España y ganan peso otras. Además, a muchos ciudadanos les resulta inaceptable que en nuestra enseñanza haya profesorado regulado por la Conferencia Episcopal y no por la Administración. Aznar remacha el clavo, encima, poniéndose al frente de quienes piden que la Constitución de la UE haga referencia expresa al cristianismo. Se diría que después de la crispación vasca lo siguiente será sumergirnos en una cruzada religiosa.