XAx finales de 2004 nos dejó el pintor Juan Barjola , se marchó de puntillas y con sigilo, pero no le olvidamos porque las personas como él dejan huella y permanecen en el arte que nos han legado. Así, la mayor parte de su actividad artística la desarrolló desde Madrid, pero en Extremadura siempre tuvo adeptos a su estilo, porque era directo, conciso y muy actual, reflejando con una pincelada más o menos precisa y sin tapujos los dramas y las miserias humanas, o bien desgranando la cotidianeidad más absoluta con un elenco de episodios de infancia, de maternidad, o de muerte, protagonizados por personajes olvidados que rezuman simultáneamente cariño y denuncia.

Polifacético en la temática, porque de los sosegados retratos pasaba a las sangrientas tauromaquias, de los desnudos eróticos a los mataderos o a las perreras, y en suma de la vida a la violencia y de ésta a la muerte, que está presente de forma obsesiva en sus realizaciones en la modalidad de vanitas par recordarnos la fugacidad de la vida terrenal.

La mirada de Barjola resulta extraordinaria como compiladora de la Historia de Arte de todos los tiempos. Recordemos que en su época de formación realizó copias de los clásicos y El Prado fue siempre un referente para él. Se adivina en sus obras la predilección por las Pinturas negras y los rostros deformes de Goya . De Rembrandt adora la sacralidad con la que plasma los animales muertos. De Vostell encontramos analogías cromáticas y una compartida admiración por lo cotidiano, aunque con distinto enfoque. De Velázquez le atraen los perros, las enanas y los espejos barrocos, y de Picasso los desnudos cubistas, los grabados eróticos, el mundo taurino y sobre todo El Guernica . Con Dalí comparte el surrealismo onírico y con Francis Bacon las deformaciones con fines expresivos que huyen de la figuración tradicional.

Bebió de las fuentes del barroco, del expresionismo, del cubismo, del surrealismo, o de la pintura americana del siglo XX, pero siempre impregnando las obras con un estilo peculiar lleno de fuerza, desgarro, contemporaneidad y una universalidad que participa de los iconos de nuestra tierra.

Siempre recordaremos a Barjola y su imaginario inconfundible (toro-mujer-caballo-hombre-perro-niño-prostituta-cráneo-niña-pájaro-...), su manera de mostrar al individuo --mutilado, sesgado, deformado, desdibujado--, los gestos inconclusos, los ambientes enrarecidos y los episodios extraños, la soledad y la muerte, el erotismo y la crítica, la reivindicación y el compromiso. Aunque su mayor éxito ha sido realizar una pintura que invita a la reflexión y a no caer en la indiferencia, porque dentro de la actual deshumanización crea un espacio para compartir las desdichas: una pintura con alma. Así, para Juan Barjola, entender los comportamientos, sentimientos y sufrimientos ajenos como percibimos los propios, nos hace más humanos y este es un logro de inconmensurable valor.

Gracias Barjola.

*Licenciada en Historia del Arte