Desde hace varios años visito habitualmente las tierras de la provincia de Cáceres y no dejo de sorprenderme del valor asociado a la biodiversidad creciente y que genera un atractivo fundamental para un nuevo tipo de turismo, el turismo ecológico.

La fauna, la flora y el paisaje se muestran en esta provincia de una manera espectacular para aquellas personas, profesionales o profanos de la ecología, que buscan un objetivo común: observar un entorno conservado y satisfacer la curiosidad del científico o del naturalista aficionado. Para los que vivimos en entornos urbanos de elevada densidad de población el valor se ve incrementado por la existencia de un paisaje en el que la especie humana difumina su importancia.

Los humanos vivimos en la provincia, de manera permanente o temporal, desde hace siglos y, así, han dejado testimonio la multitud de yacimientos arqueológicos presentes. La huella ecológica, por lo tanto, se hace presente en este territorio desde esos mismos inicios. Lo más interesante es que, aparentemente, existe una situación más equilibrada, desde el punto de vista ambiental, que en otros territorios peninsulares.

XALGUNOS EJEMPLOSx sobre la fauna nos ayudarán a entender esta realidad. He podido observar, como naturalista y gracias también a la amable información de los vigilantes del Parque Natural de Monfragüe, el incremento de la presencia de la población de cigüeña negra (Ciconia nigra), de buitre leonado (Gyps fulvus) o de buitre negro (Aegipius monachus). La observación, por primera vez, de un búho real (Bubo bubo) en Mongrafüe deja maravillados a mayores y pequeños, pues estimula sensaciones ancestrales de nuestra relación con la fauna.

La cigüeña común (Ciconia ciconia) es migrante o sedentaria como nos enseña su comportamiento en el entorno de poblaciones como Arroyo de la Luz, Malpartida de Cáceres o Zarza la Mayor. En esta última población es todo un espectáculo la presencia, en Semana Santa, de varias parejas en la Iglesia Mayor junto a los nidos de cernícalo primilla (Falco naumanni) y cernícalo común (Falco tinunculus). El alimoche común (Neophron percnopterus) se hace más visible ahora en el entorno de Acehúche que, en la década de los 80 cuando, como biólogo en formación, recorría la provincia.

Sin embargo, existen riesgos que, obviamente, deben tenerse en cuenta. Mientras escribo estas líneas se pone en marcha una campaña para el ahorro de agua (AguaCero). Las lagunas y embalses, fuente de alimento para esa biodiversidad están, este año, anormalmente bajos. Los incendios forestales, como el de Las Hurdes de hace unos días, siguen alarmando a la población y afectando a las masas forestales y a territorios de un alto valor paisajístico. Finalmente, la contaminación ambiental, consecuencia de la actividad humana, puede afectar las poblaciones faunísticas que, sin duda, son la imagen visible más atractiva para el visitante futuro.

Las estrategias de conservación, como, entre otras, la declaración de zonas ZEPA o zonas de especial protección para las aves, son fundamentales para el desarrollo sostenible en Cáceres. El valor de la biodiversidad debe instalarse en la sociedad cacereña a través de la información y el consenso para que sea un instrumento real de crecimiento económico.

Si la biodiversidad, en Cáceres o en cualquier región o país en desarrollo, cotizara en bolsa, sería, sin duda, un valor de futuro.