TDtifícil fue explicar fuera de mi país a algunos colegas cómo un ex convicto de terrorismo, Arnaldo Otegui , fuera invitado por varias fuerzas políticas de mi país a hablar en el Parlamento Europeo sobre derechos humanos, refugiados y presos políticos. A pesar de la dureza del hecho en sí, del sentimiento de dolor y de injusticia que sintieran las miles de víctimas de la macabra historia del terrorismo de ETA en nuestro país. La verdad de todo ello, a una le cuesta entender que algunos partidos de esa izquierda que tanto hablan de no tener y apoyar a imputados se presten a aplaudir a imputados y lo ensalcen. Ya vemos que en lo de la política de erradicar de las listas a este tipo de personajes nada de nada. Primera y gran contradicción. ¿O es igual o no vale igual de reproche social y de reprobación el que roba dinero público, que el que ha amparado y cometido crímenes contra vidas humanas?

Una siente vergüenza cuando oye hablar a este personaje sobre refugiados, presos políticos en un país que mucho que le pese es democrático, tan democrático que le ha amparado en su derecho de defensa. La que no tuvo ni tuvieron las casi mil víctimas del terrorismo de ETA. Una puede entender que cuando se ha cumplido la condena, recobre la libertad y sus derechos vuelvan a ser restaurados en el amplio sentido del término. Pero lo que resulta difícil de tolerar es que este tipo se prologue como un hombre de paz, capaz de verter discursos sobre presos políticos en un foro internacional, desvirtuando la imagen de país. Como si en este país siguiéramos estando en las viejas trincheras del nacionalismo vasco subyugado.

XRESULTAx difícil de entender que se pueda ser apoyado por fuerzas políticas democráticas este tipo de puesta en escena, de un personaje que produce gran rechazo entre los ciudadanos de este país. Un rechazo que tiene que ver con los crímenes en los que se ha visto envuelto: muerte, secuestro, entre otros. Algo así como si un delincuente que ha sufragado su pena, por delito de violación, u otro tipo de asesinatos, recupere la escena pública para blanquear su comportamiento. Como si reclamara para sí de la sociedad la cobranza de una deuda. La de la violencia justificada y justificable, ante lo que sigue, a pesar de todo, considerando como un conflicto armado entre un Estado ya en democracia y una organización terrorista. Obviando que hubo víctimas, y que las mismas fueron los daños asumibles porque así lo requería la estrategia de violencia de la banda terrorista.

Poco nos puede convencer el hecho demagógico de algunos de justificar que se haya pasado a la estrategia de la palabra, frente a la estrategia del terror. Pero esto no nos devuelve a las víctimas, ni nos vuelve a narrar una historia de paz de este país. Y les preguntaría entonces qué pensarían si un violador fuera a un colegio a hablar de lo irremediable de su comportamiento; o que un ladrón volviera sobre sus víctimas y les reclamara la virtualidad de su robo, en pro de un sistema que les hace ser víctimas y verdugos al mismo tiempo.

Lo más duro de todo esto es que se haga con la siempre aquiescencia de los activos y de los omisos cuando se trata de dañar la imagen de nuestro país, en un foro de especial trascendencia, como es el Parlamento Europeo. Y todos tengamos que ser apaciguados ante tamaño disparate. Qué poco cuesta hacer daño a la imagen de este país, y qué fácil siempre resulta aparecer como algo irremediable. Es evidente que en esta escenificación el que clama por los presos y refugiados políticos es el personaje siniestro de esta historia, el personaje que merece reprobación. Por esto, una no puede quedar inmóvil ante tamaño disparate. Y decirle al personaje, el ex convicto, que sus palabras rezuman tal nivel de reprobación que atenderlas ya supone un ejercicio de cinismo no plausible. Y que haberle acogido en ese foro ha supuesto perpetrar tamaño daño, que suponer que la indiferencia puede ser causa de la mayor indefensión de las miles de víctimas del terrorismo de nuestro país. Y esto no deberíamos tolerarlo, en honor al sentimiento de solidaridad hacia las mismas y sus familias, y al sentido más ético de la justicia.