Discúlpenme la osadía, pero nuca me gustó el insulto a la inteligencia, especialmente la que se ejerce desde sillones supuestamente más inteligentes y con el don divino de legislar, hacia los que supuestamente no lo somos tanto, pero obligados a obedecer.

Vamos a ver si alguien me aclara esto. Se recomienda no más de doce personas en reuniones familiares por riesgo de contagio desde la Consejería de Sanidad, pero por otro lado, se aconseja, dependiendo de la etapa, desde Educación, grupos de alumnos en «burbuja» de veinte o veinticinco. Mientras Sanidad aconseja burbujas familiares de doce, Educación las aconseja de veinte y sin ser familia, solo amigos y residentes, de un mismo aula o nivel, curioso, por no decir bochornoso.

Nuestra ministra de Educación, Celaá, proclama que la vuelta a las aulas presencial es irrenunciable, pero a nuestros centros se les exige planificar un curso entero online , por si acaso. Se compran tablets por doquier, sin saber formación o aprovechamiento, para alumnos, los docentes que se busquen la vida. A otros se les va a obligar a ir en horario vespertino, pero ni a padres o alumnos se les ha preguntado o consultado con anterioridad a realizar la matricula, ni por supuesto a los vasallos, los docentes, que estarán o no de acuerdo, pero a los que se le debe un respeto, previo, no posterior.

Curioso también es comprobar que a esos docentes a los que se les va a exigir un trato directo con niños que moquean, sudan, juegan, tosen, y demás actitudes de niño, sin mascarilla hasta quinto curso de primaria, y con veinte o veinticinco alumnos, tienen muchos ahora que registrar una documentación vital que puede influir en su destino y por tanto en su vida familiar, pero un simple registro, entregar un papel, exige cita previa, no registros ni de doce de quince o de veinte o veinticinco. No, para registrar, hay que cuidar los contagios para con el trabajador, e ir de uno a uno y con cita previa. Lo que tiene ser docente para Educación, y lo que tiene ser de cualquier otra administración.

No es mi intención sembrar ningún germen de rebelión o soliviantar a nadie y mucho menos a mis compañeros, pero es cierto que estamos dando demasiado para el trato recibido, el cual no queremos que sea mayor que al resto, pero al menos equiparable, en protección sobre todo, y reconocido al menos.

Los docentes somos como el Cid, batallamos siempre que se nos requiera y más allá de nuestros gobernantes, porque lo hacemos por una causa, nuestra causa, que ha sobrevivido a tantos políticos y leyes educativas, nuestros alumnos y familias, y la Educación con mayúsculas, pero esta vez, también son nuestros hijos y familias los que están en juego.

Los docentes hemos demostrado ser algo más que funcionarios de 09:00 a 15:00 horas, y sólo pedimos ser tratados al menos como el resto de ellos. . H