Los artistas que el miércoles asistieron al debate sobre la guerra de Irak en el Congreso denunciaron ayer el "humillante" trato que les dispensó la policía, cacheándolos a fondo antes de permitirles el acceso a la tribuna de invitados. El inusitado celo de los agentes retrasó casi una hora la entrada de los actores y cineastas que, tras participar en la gala de los Goya, querían expresar en el hemiciclo su rechazo a los argumentos belicistas de José María Aznar. Los inquisitoriales controles y el acordonamiento de las inmediaciones del Parlamento reflejan la distancia que separa al Gobierno de la opinión pública ante el conflicto con Irak.

Una vez en la sala, a los artistas que cívicamente exhibieron sus camisetas con el lema No a la guerra se les permitió ejercer su libertad de expresión, pero después se les expulsó por "perturbar el orden". La presidenta del Congreso, Luisa Fernanda Rudi, aplicó así el reglamento. Correcto, pero estaría bien que utilizase el mismo rigor para impedir las interrupciones sistemáticas a las intervenciones de la oposición, que incluso llegan al insulto. O en procurar que los debates no queden maniatados y haya la oportunidad de replicar al presidente del Gobierno.