El mundo que conocemos es en buena medida producto de la Ilustración. Con epicentro en la Francia revolucionaria de 1789, fue un movimiento cultural genuinamente europeo que duró aproximadamente media centuria, propiciando que el siglo XVIII fuera conocido desde entonces como Siglo de las Luces. La idea principal que subyacía a las transformaciones sociales era el imperio de la razón sobre la oscuridad de la ignorancia. Se trataba de «dar luz» a la especie humana.

El universalismo, los derechos humanos, la democracia liberal o el feminismo son solo algunas de las construcciones sociales que debemos a los filósofos que lideraron la Ilustración. Casi todo lo importante que ha caracterizado las sociedades occidentales avanzadas durante la segunda mitad del siglo XX, proviene de allí. Justo todo lo que está en crisis en estos difíciles días del siglo XXI que nos ha tocado vivir.

En mi opinión, se está produciendo un proceso de «deslustración» que es solo una primera fase de una evolución más amplia que nos dirige hacia un cambio cultural de alcance civilizatorio que, a largo plazo, podría suponer una redefinición completa de la especie humana en su hibridación con las nuevas tecnologías.

Este proceso de «deslustración» consiste en volver a la oscuridad allá donde había luz, e ir retirando la razón de todos los lugares donde reinaba, para volver a entronizar la ignorancia, las pulsiones más básicas del ser humano y, por tanto, la barbarie.

El atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 constituye la bisagra entre la civilización de la ilustración y la civilización del salvajismo. Su ubicación en los albores del siglo XXI, su imbricación icónica con la cultura de masas y su cruel desprecio por la vida convierten este acontecimiento en un evidente cambio de página.

No es casual que los artífices de aquel atentado defendieran el rigor más extremo de la religión islámica, como tampoco es casual que uno de sus principales objetivos haya sido destruir la huella cultural de países como Siria, llegando a eliminar casi completamente joyas patrimoniales del siglo II.

La religión es lo opuesto a la razón, y sus postulados más demoledores (perfectamente simbolizados en nuestro tiempo en los fundamentalistas islámicos) llegan a la destrucción del ser humano en favor de las fantasías indemostrables de la fe. Es el imperio de la ignorancia llevado a su máxima expresión. El imperio de la ignorancia que le está doblando el brazo al imperio de la razón.

Los síntomas son tantos que no se trata de exponer un listado completo, sino más bien de atar los cabos que unen todas las manifestaciones de la «deslustración». ¿Qué hay de común entre el descenso de los niveles educativos, el desprecio a la cultura, la imposición del individualismo subjetivista sobre el bien común, la banalización de los medios de comunicación de masas o la incapacidad de la política para colocar la razón por encima de las emociones descontroladas?

Manifestaciones tan españolas y tan recientes como el independentismo catalán, el ascenso de la ultraderecha, el bloqueo político basado en el «no es no», la intoxicación permanente de los medios de comunicación, la absoluta frivolidad del debate público o la inmadurez de los liderazgos son buenos ejemplos del proceso de «deslustración» que vivimos. Son pruebas evidentes de la entronización de la ignorancia sobre el conocimiento, y de la imposición de las pulsiones sobre la razón.

No tengo nada claro que este proceso se pueda parar, y aún menos claro tengo que lo queramos parar. Lo que sí tengo claro es lo que hace falta para revertirlo: colocar la educación en valores en el centro del sistema, anteponer la filosofía política a la política electoral, convertir la cultura en la columna vertebral de la sociedad y no en un complemento ocioso, y dejar de poner en duda todo el conocimiento científico acumulado durante siglos en favor de meros deseos o fantasías neoliberales. El camino de la razón siempre ha sido duro, pero la amenaza ya presente de la barbarie debería ser motivación suficiente para no continuar este camino de vuelta hacia el abismo de la oscuridad de otros tiempo.

* Licenciado en CC de la Información