FORMACIÓN

La educación física está mal planteada

Carla Amine // Estudiante

Tengo la sensación de que los alumnos de los colegios e institutos de este país están divididos en dos grandes grupos: los primeros y los últimos en ser elegidos en los equipos de educación física. Sí, señores. Daba igual que fueses el mejor amigo del encargado de escoger, que le dejases tus libros y que te hubiese regalado un pijama demasiado suave por tu cumpleaños. Porque en ese momento no existían los amigos, sino la importancia de tener en tu equipo a los corredores más ágiles para que cogiesen el pañuelo después de oír al profesor gritando el número que se les había asignado.

¿Por qué? No es que haya desarrollado un trauma por culpa de mi tarjeta casi VIP del club de los últimos elegidos, es que no entiendo cómo se plantea la educación física en este país. Ahora me doy cuenta de las horas que he perdido rezando a un Dios en el que no creo para que mis compañeros no me pasasen una pelota con la que yo no sabía qué hacer. ¿No cobran lo mismo los profesores de educación física que los de lengua, historia o filosofía? ¿Y acaso estos exigen a sus alumnos que se sepan el temario sin estudiarlo, entenderlo o explicarlo? Si los alumnos no entienden sus limitaciones, aquello en lo que pueden progresar y cómo pueden mejorarlo de una forma divertida para ellos, difícilmente van a sacar algo de esa asignatura. De la misma manera que se espera que el resto de asignaturas hagan del joven un adulto más culto y con más recursos, tendríamos que exigir que la educación física hiciese honor a su nombre y enseñase a los alumnos a entender su cuerpo, a cuidarlo y a disfrutar haciéndolo respetando la individualidad de aquellos a los que se nos da mejor el yoga y a los que se les da mejor el fútbol. Y hasta que esto cambie, todas las abuelas de los profesores correrán mejor que sus alumnos mientras ellos se quejan del sedentarismo de la sociedad.