EL FUTURO DE ESPAÑA

Ninguna partereemplaza al todo

Claudio Fernández

Se quiera o no, la realidad incuestionable es que España es una de las naciones más antiguas, forjada y configurada a través de lucha continua durante casi 800 años contra un invasor de religión, lengua, cultura y tradición, características diametralmente opuestas a las consolidadas en toda la península por el cristianismo y la romanización. Si a este contexto agregamos la unidad de criterio que provocó durante más de 300 años el descubrimiento de América y la consecuente colonización, ¿qué se puede esperar sobre el futuro de esta nación? Los siglos XIX y XX ponen de manifiesto que sus fuerzas de cohesión son infinitamente superiores a las posibles disgregadoras, impulsadas bien por egoísmos recalcitrantes o por sentimientos artificialmente inventados. No hay fuerza humana capaz de alterar, fragmentar o destruir a un país que ha sabido transformar y consolidar el mencionado pasado con una democracia, aceptada y rubricada en 1978 por mayoría absoluta de todas las regiones de España, excepto en el País Vasco, e internacionalmente reconocida. Si, además, esta realidad democrática se ve refrendada por una Constitución y por todo un entramado jurídico que garantiza tanto la libertad y la igualdad ante la ley como el respeto a la identidad y a las singularidades de cada autonomía, es obvio que su futuro nunca dependerá de parte alguna, pues ninguna parte puede reemplazar al todo.

CONDUCTAS

Humanos muy bestias

Pedro Serrano

La realidad humana quizá sea el resultado de una anomalía evolutiva que, al no haber podido desprenderse por completo del animal que nos caracterizaba en origen, nos ha condenado a ser bestias y humanos a la vez. Dualidad que, a menudo, nos produce esa lucha interior que tanto nos desasosiega. Lucha que podría representarse con la figura de un caballo y su jinete cabalgando, en la que el caballo es el instinto y el jinete el intelecto. Por desgracia, demasiado a menudo somos testigos, cuando no protagonistas, de hechos lamentables como las guerras, el terrorismo, las torturas, los abusos, la explotación, las injusticias, la xenofobia y tantos comportamientos deplorables en los que, para nuestro estupor, termina imponiéndose lo peor de nuestras dos naturalezas.