La verdad casi siempre acaba por salir a flote. Tarde o temprano, hechos que durante largo tiempo se han querido mantener ocultos terminan por saberse. Es casi un axioma aplicable ahora a un terrible suceso ocurrido hace menos de siete años pero que prácticamente había desaparecido del imaginario colectivo de los españoles: el accidente del metro de Valencia que en julio del 2006 costó la vida a 43 personas e hirió gravemente a otras 47.

Fue el peor siniestro de un tren suburbano ocurrido jamás en España, y el tercero de Europa, pero su eco perduró muy poco. Hasta que ahora, en un nuevo ejercicio de buen periodismo, Jordi Evole y su programa 'Salvados' lo rescatan y aportan datos y testimonios que plantean muy serias dudas sobre la versión oficial de las causas de aquel trágico descarrilamiento.

La investigación judicial concluyó entonces, tras la declaración de un solo perito, que todo se debió a que el maquinista del tren --que falleció en el aquel siniestro-- encaró una curva al doble de velocidad de la permitida. Punto final sin ninguna exigencia de responsabilidades entre los vivos, lo que dio paso al manto de olvido del caso.

Pero la tenacidad de los familiares de las víctimas y el valor de algunas personas clave han permitido ahora conocer y juntar nuevas piezas del puzle, con resultados tan reveladores como escandalosos. El interés por ocultar varias anomalías técnicas relacionadas con el suceso fue tal que la empresa del metro programó a los empleados que desfilaron por la comisión de investigación de las Cortes valencianas, muchas de cuyas respuestas fueron literalmente idénticas. Tanto interés como el que demostró el entonces consejero de Agricultura, Juan Cotino , exdirector general de la Policía, en ofrecer puestos de trabajo a familiares de las víctimas.

Todo esto sucedió en el apogeo de la estrategia del Partido Popular de presentar a Valencia como comunidad autónoma modélica y con empuje. Luego se comprobó que tras los grandes fastos y operaciones urbanísticas de la época había mucho cartón piedra y anidaba la corrupción. Los efectos de esa política aún perduran y algunos de sus responsables no han saldado cuentas con la justicia. La misma justicia que, a la luz de lo que ahora se conoce del accidente del metro, debería reabrir la investigación para establecer la verdad y liberar del desasosiego a los familiares de las víctimas.