José María Aznar afirmó el miércoles en Washington que es "irresponsable" entrar en el debate de si Sadam Husein tenía o no armas de destrucción masiva. Pues bien, la Administración de George Bush en pleno está tan arrinconada por este asunto que ha hecho suyos los débiles argumentos del presidente español. Porque se siguen acumulando los indicios de que estas armas no existían y de que se proclamó al mundo la amenaza del arsenal iraquí sin información suficiente. O, peor aún, a sabiendas de que no era cierta.

Bush está viendo cómo su reelección, que creía asegurada por la victoria militar, peligra cada vez más por la evidencia de sus falsedades, por la desastrosa posguerra iraquí y por el resurgir del partido demócrata. Bush --como Blair y Aznar-- se defiende sosteniendo que, si hubo errores, se debió a los informes de los servicios de espionaje. Pero ayer el director de la CIA se protegió del aluvión de críticas dejando en evidencia a su presidente: los analistas nunca dijeron que Irak fuese "una amenaza inminente". Bush, Blair y Aznar sí lo hicieron, aunque ahora lo nieguen. Y en estos momentos sabemos que lo afirmaron sin ninguna prueba. Sería irresponsable no insistir en que rindan cuentas por ello.