Terminó dimitiendo después de que una gran mayoría de ciudadanos pidieran su cese en el gobierno de la nación. Ante situaciones como la que estos días se ha vivido en Egipto cabe preguntarse: ¿qué tiene el poder para que los diferentes Mubarak repartidos por el mundo se aferren al sillón de forma tan desesperada? Da igual que sean altos mandatarios que presidentes de grandes comunidades de vecinos, pasando por alcaldesas con cuentas pendientes con la Justicia o presidentes de partidos que esperan ganar alguna vez las elecciones generales. Todos quieren perpetuarse en el cargo.

Aparte del reconocimiento general, privilegios, servilismos y atenciones, baños de multitudes al alcance de muy pocos, qué tienen los cargos públicos que ni Mubarak ni otros con menos mando quieren perderlo. ¿Servir al pueblo al cual dicen se deben? ¿O al interés personal de sí mismo, y allegados?

Viendo estas negativas tan reacias de algunos políticos a dejar el poder, no tenemos por menos que recordar a Adolfo Suárez cuando el 29 de enero de 1981, por conflictos en UCD, presentaba su dimisión al frente del Gobierno. Pero claro, son figuras emblemáticas en la sociedad, que como Delibes en la literatura, Antonio Molina en la copla o Pelé en el fútbol, por poner algunos ejemplos, se dan una o dos veces en un siglo.

Teodoro Maestre **

Correo electrónico