TPtues ya me dirán ustedes con qué cara entré a las ocho de la tarde del Día de Extremadura en el Ayuntamiento de Barcelona, Salón de Ciento , después de escuchar el discurso del presidente en el acto institucional en el que denunciaba la rapiña de los carodes y cia , el palmeo de los flamencos de Baleares y la feria de eufemismos que quieren abrir en este solar que se llama (por ahora) España. Me recibió una concejala molt maca y unas personas con las que sólo hablaba del tiempo: "¿Qué, de Extremadura? ¡Mucho calor por allí!" Hubo uno que me preguntó por las palabras del presidente y cuando iba a contestarle, se quedó corto. Me soltó: "Es que lo de Guadalupe no tiene nombre".

Me habían invitado los hermanos de la emigración para que les diera una conferencia en ese salón que preside la estatua de Rafael Casanova. Y les largué la charleta. Mirando de reojo, pero la largué. Vine a decirles que un servidor no entiende cómo con la excusa de una historia contada de forma oficial , unos comen más o despojan a otros que no han tenido la habilidad de contar su historia, de señalar como festivo, por ejemplo, el día en el que cientos de jornaleros, hace cien años, fueron masacrados (allá por la Torre de Miguel Sesmero) impidiendo su progreso y el de Extremadura (masacraba el centralismo de entonces con los cómplices terratenientes y el gobierno en el que había algún ministro catalán). Hablé, en fin, de la Xirgú como seña de identidad compartida, y de Montaner o José María Valverde. Allí estaba Efi Cubero, y la viuda de J.A. Goytisolo, y docenas de hermanos que me emocionaron con su aplauso abierto al Día de Extremadura y a todo lo que en él se dijo.

*Dramaturgo y director del Consorcio López de Ayala