El seguimiento de la huelga realizada ayer en Francia por los servicios públicos y la enseñanza tuvo un seguimiento desigual, inferior en cualquier caso a las previsiones de los estados mayores sindicales, que la convocaron, y del Partido Socialista, que la apoyó. La presencia en las calles de las principales ciudades de un millón y medio de manifestantes no desvaneció la impresión de que, contra lo vaticinado, el Gobierno galo salió bastante bien parado de la jornada a pesar de que fueron los destinatarios de la protesta. A ello ayudó la opinión muy extendida de que la dudosa eficacia de las medidas adoptadas para luchar contra la crisis y la debilidad del mercado laboral obedecen sobre todo al estado de choque del sistema financiero internacional. Si a ello se añade la división no superada en las filas socialistas y a la prudencia de los sindicatos en el sector privado, es fácil concluir que la movilización contra el programa anticrisis no podía tener mucho más recorrido.