Los suizos acaban de rechazar en referéndum la iniciativa Vollgeld, que pretendía que el Banco Nacional de Suiza tenga de forma exclusiva el poder de crear dinero. Este tipo de propuestas tratan de impedir que las entidades financieras, mediante lo que se denomina reserva fraccionaria, puedan aumentar la moneda en circulación.

En realidad, solo los Estados pueden crear dinero, pero los bancos privados, mediante la concesión de créditos, multiplican el efectivo recibido de sus clientes y así aumentan la masa monetaria de un país. Se trata del denominado dinero escritural, que solo existe en apuntes contables.

Los activistas suizos con esta iniciativa de referéndum persiguen humanizar el sistema financiero de un país que es un ejemplo de hipocresía capitalista. En Suiza con 100.000 firmas puede someterse a referéndum cualquier proyecto (salvo la independencia de los cantones, un ejemplo más de la hipocresía que este país practica con el secesionismo catalán). El objetivo último de la iniciativa Vollgeld (que podría traducirse como “dinero real”) es proteger a los impositores en futuras crisis bancarias, además de combatir la especulación financiera. Así, cuando una entidad bancaria se declare en concurso le será más fácil atender sus obligaciones de pago. Ahora, cuando un banco entra en crisis, es el Estado el que suele acudir a su rescate con la excusa de salvaguardar el sistema financiero. De este modo somos los contribuyentes los que pagamos las crisis bancarias, aun cuando la entidad en cuestión haya tenido una pésima gestión.

El movimiento Vollgeld es una forma más de cuestionar el poder de los bancos. Pero no es la única. En los últimos tiempos están apareciendo grupos interesados en ir directos al corazón del problema para lo cual disputan a los Estados el poder de acuñar moneda. Con este fin han proliferado las divisas alternativas o criptomonedas, entre las que se encuentran el bitcoin, ripple o ethereum. Los promotores de su uso aspiran a alcanzar una solución descentralizada de los pagos y soslayar la intermediación de los bancos, lo que permitirá ahorrar costes en comisiones bancarias.

Se ha subrayado como un factor fundamental de la pasada crisis la falta de escrúpulos morales de las entidades financieras y la debilidad de los principios éticos de la sociedad. Puede que esta opinión sea acertada. Pero la ética es solo un principio de actuación; no puede imponerse coactivamente. Por otra parte, el mercado debe funcionar bajo estrictos criterios de libertad, eficiencia y competencia, de ahí que cuando fallen los principios que lo regulan sea mejor actuar con la legitimidad de la norma jurídica sancionadora.

La solución para prevenir las crisis financieras no está en limitar los poderes de los Estados, sino todo lo contrario. La desregulación favorece la especulación. Y la supresión de la reserva fraccionaria encarecería el crédito. El dinero virtual de las criptomonedas tampoco es solución; son valores fiduciarios muy volátiles y favorecen el blanqueo. En una economía de libre mercado los reguladores tienen que tener las suficientes competencias a fin de poder sancionar conductas irregulares, para lo cual deben proveerse de estructuras de información idóneas que permitan hacer saltar las alarmas cuando los indicadores adviertan de crisis emergentes.

Los movimientos que pretenden una humanización de los sistemas monetarios deben ser bien recibidos, pero no hay que olvidar que la vuelta a una economía real también debe apoyarse en mayores índices de supervisión y control. Y si aumenta la ética financiera, mejor.

*Catedrático de Derecho Mercantil.