Cuando vengan los Reyes o Santa Claus o Papá Noel, yo tendré un par de zapatos, los más viejos en la ventana, o en la repisa de la chimenea, para ver si al despertar me han dejado algo. Yo les he pedido como regalo, que mantengan mi reciente tranquilidad de jubilado, y les he pedido salud para todos. Les he pedido que la pensión nos llegue siempre para vivir sin agobios económicos. Les he pedido que nada cambie, mientras nos dure la vida. No les he pedido que me toque la lotería del Niño ni ninguna lotería, porque como nunca echo, no puede tocarme, claro, y los Reyes no pueden hacer nada al respecto. No quiero nada especial. Pido que los Magos o quién sea, eche en mis zapatos o donde les plazca, una moderada felicidad, un espíritu de conformidad con las cosas, el pan nuestro de cada día y otros alimentos diversos. Les he pedido que el techo de nuestra humilde vivienda nos ampare el tiempo que sea menester de las lluvias, granizos, nevadas, y otras inclemencias, y que puedan resistir los muros de la casa el tiempo suficiente para dar cobijo a hijos, nietos y demás familia por un tiempo indeterminado. Yo pondría de buena gana, si los conservara, aquellos nostálgicos zapatos Gorila (los de la pelota verde) en la ventana, junto a mi corazón de niño, si pudiera volver de vez en cuando a las inefables ilusiones de la infancia.