Con gran pesar he leído el artículo "Las cartas de invitación serán como visado encubierto", publicado el jueves 3. Y digo gran pesar porque siendo ciudadana argentina he entablado una relación con fines serios con un hombre de Cáceres.

El viajará a Argentina en los próximos meses a concretar un encuentro personal y de ahí se definirá mi viaje a su tierra para conocer a su familia, antes de concretar el matrimonio, pero al leer el artículo antes mencionado fue tanta mi desilusión, porque si para poder entrar en España para pasar unos días con la persona que en un futuro será mi esposo, --para lo cual he decidido dejar todo en mi país (familia, casa, trabajo, costumbres...)-- deberé realizar tantos trámites y pagar tanto dinero, o tendremos que vernos vulnerados en la correspondencia íntima que nos estamos enviando, me pregunto: ¿Es que los españoles han olvidado la hospitalidad que ha tenido Argentina después de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial?

Hospitalidad que no solo se refirió a dar acogida a los ciudadanos en esta tierra, y que muchos han constituido aquí sus familias y han tenido trabajo el que les ha dado un bienestar, como también a la cantidad de trigo y maíz y otros tantos alimentos que se envió cuando España estaba derrumbada. Además de ser portadora de apellidos de origen español (Benítez por parte de padre y Vargas por parte de madre) y que tres de mis cuatro abuelos fueron hijos o nietos de españoles. Pienso en los principios de nuestra Constitución Nacional que reza en unos de sus párrafos del preámbulo: "...y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino..." y cuan generosos somos al respetar este precepto y permitir a cualquier ciudadano del mundo ingresar a nuestro país sin pedirle explicación alguna ni vulnerar su intimidad.

Y también me pregunto: ¿habré cometido algún delito enamorándome de un hombre con una nacionalidad diferente a la mía, y que vive en un país de la Comunidad Europea?

Sólo espero que cuando decida ir al encuentro de este ser maravilloso, pueda hacerlo con entera libertad, sin tener que pasar por el hecho bochornoso de tener que contarles a una serie de funcionarios nuestra correspondencia y como si fuera poco nieguen la posibilidad de visitarlo, como lo he leído en uno de los comentarios del artículo, porque si no me veré en la obligación de pedirle a las autoridades de mi país su intervención y lo haré público para que el mundo se entere de cómo esta ley confronta a las personas en lugar de fraternizarlas.

Mónica Benítez **

Correo electrónico