Nos abren las puertas. No de par en par, pero es tanta el ansia de libertad que todo parece posible de nuevo. Y como estamos en mayo y el aire huele a primavera, el que más y el que menos lo tiene todo listo para salir mañana a la calle a comerse el mundo. Extremadura estrena este lunes la fase 1 de desescalada y con ello recupera, aunque de forma mermada y ‘monitorizada’, actividades sociales, culturales, deportivas y hasta turísticas que durante semanas han sido una pura quimera.

Logrados los objetivos a nivel sanitario, gracias a un considerable esfuerzo de la mayoría, el confinamiento toca a su fin y pareciera que nos hubiese tocado la lotería. Pero no nos engañemos, porque esta salida, que en muchos casos será estampida, no es gratuita, tiene como principal objetivo intentar reactivar una economía que también está en cuidados intensivos.

Lo que no tengo muy claro es si alguien se ha parado a pensar en qué estado mental y monetario va a salir la gente a la calle. Las redes sociales están llenas de mensajes que nos invitan a consumir productos españoles, priorizar los negocios de nuestro barrio o viajar y dormir en tierra patria para aliviar la debacle causada por el coronavirus. Pero para eso hace falta la alegría de un bolsillo lleno y una confianza en el futuro que a día de hoy nadie nos ha logrado vender.

Nos hemos cansado de escuchar que pintan bastos y a estas alturas de la tragedia, todos somos conscientes de que de ésta no nos vamos a recuperar pronto. No solamente hemos perdido un irremplazable capital humano de casi 30.000 almas, miles de negocios han cerrado y con ellos sus empleados se han quedado sin trabajo. Los comedores sociales se han llenado de gente que antes se consideraba clase media acomodada y la realidad es que nadie sabe cómo le vamos a dar la vuelta a la tortilla.

Que de pronto volvamos a poder salir a tomar una caña a una terraza que tiene autorizada sólo el 50% de la ocupación no va a resolver nada. Hace falta liquidez. Dinero en los bolsillos que nos haga pensar aquello de ‘un día es un día’ y ya veremos qué pasa mañana...

En Irlanda, el primer ministro en funciones (no se ha conseguido formar Gobierno desde las pasadas elecciones del 8 de febrero) aprobó en su momento un paquete de ayudas por valor de 3,7 billones de euros en un marco temporal de 12 semanas, para paliar los efectos del coronavirus en la economía. La ayuda permite que todos aquellos que hayan perdido su empleo por esta causa, también los autónomos, cobren una ayuda de 350 euros a la semana libres de impuestos.

De manera que en la isla esmeralda, la población espera con ansia y los bolsillos llenos de euros la apertura de bares y restaurantes, tiendas y no digamos el aeropuerto. Algunos ganan más ahora que cuando trabajaban. ¿Cómo va a ser lo mismo? Las penas con pan son menos. Que tomen nota nuestros políticos.

*Periodista.