Escritor

Estamos ya en pleno disparate tragicómico. La subida de impuestos en Madrid es de agradecer, pienso yo, porque dice Rajoy que estaba en la letra pequeña del programa. Me alegro, porque con más dinero harán más obras por las calles. Me alegro. Me alegro por haberlos votado. Pero donde el disparate raya a altura sideral es en el Premio Nacional de Teatro, que se lo dan a un pobre. El premio se le daba antes a los que burreaban con la cabeza, u ovejaban bien, pues ahora buscan a uno que tenga muchas deudas, y qué mejor deudor que Gustavo Pérez Puig, que tienen que ir los ujieres a sacarlo del Casino de Madrid. Según nos cuenta Gustavito, tiene muchas deudas, ya que gana la séptima parte que cuando estaba de empresario en el Teatro Maravillas, según cuenta él en declaraciones a los periódicos. Buena ocasión, porque al parecer ya le han escrito diciéndole que el 31 de diciembre se tienen que ir con las deudas a otra parte. El director general del INAEM, que es muy sensible, le da para pagar las deudas, como si fuera Romero de Tejada. Madrid, es Madrid. El director del INAEM es Andrés Amorós, que este año le ha dado por trabajar la pena, y se lleva al jurado a gentes que están al borde de la ruina, pero a éstos les da un bocadillo. Con lo bien que le vendrían a mi admirado Angel García Moreno. Pues nada se los da a Gustavito. Antes también ayudó a Gala, y lo rescata al pobre, que está muy perdido.

Yo creo que esto tiene mala compostura, como decía el zapatero de mi calle después de la guerra. Era una época en que se iban los contrafuertes y se andaba como si fuera artista de variedades. Ahora con esta pena que tiene el PP por los pobres le pasa como a una moción en el Ayuntamiento de Badajoz, donde dicen que el PP es el único que se preocupa por las malmaridadas, y van ya ni sabe cuántas muertas.

¡Quién me iba a decir que con mis impuesto yo le pagaría las deudas a Gustavo Pérez Puig! Mayor disparate, imposible.