WGwaspar Llamazares ha salvado los muebles en la asamblea de Izquierda Unida celebrada este fin de semana en Madrid, pero se ha dejado en el camino buena parte de su capacidad de liderar una coalición que es la tercera fuerza política española y resulta vital para mantener la actual mayoría de izquierdas en el Congreso de los Diputados. La votación de los delegados en la asamblea (416 votos a favor de Llamazares y 424 por las otras dos opciones que al final compitieron) dejan al líder de IU en una posición de clara provisionalidad. Es más, su principal alternativa, la representada por Enrique de Santiago, no descarta que el relevo se produzca el próximo mes de febrero, cuando se complete la renovación de sus órganos de dirección.

Sería ingenuo pensar que la división interna en IU se debe sólo a una crisis de liderazgo. Lo que late bajo el castigo sufrido por el actual coordinador es la idea de que la coalición debe hacer una política menos pegada al PSOE. Es el eterno problema de Izquierda Unida. Si apoyan al PSOE pierden fuelle electoral. Pero hacer una política más izquierdista o volver a la infame pinza ensayada por Julio Anguita con Aznar les conduce a la marginalidad o a la frustración.