La educación no iba a quedar al margen de los vientos racheados que azotan la economía, en medio del desconcierto de los altos financieros, que no saben qué hacer para vigorizarla; de ahí que sean como pilotos que pulsan todos los mandos y el aparato cada vez parece más descontrolado . Como medida de urgencia, y desde una cuasi espartana austeridad, se ha optado por cortar todo aquello que sea superfluo, aunque teniendo buen cuidado de que dicha cirugía no saje la piel de la sanidad y la educación, pues de lo contrario, ambas quedarían vacías y sin pulso. Así las cosas, la última está pasando por momentos difíciles, debido a la colisión de intereses, con huelga incluida, entre una parte del profesorado y ciertas comunidades autónomas, especialmente la de Madrid. Pero obviando las razones de unos y de otros, solo me centraré en lo que subyace en medio del ruido ocasionado: la defensa de la calidad del Sistema Educativo. Sistema que nos obliga a ser muy beligerantes, dada la profunda incidencia que tiene en las juventudes que mañana recibirán la antorcha de una ciudadanía madura y responsable.

XUNA CALIDADx que exige una tarea de hondo calado, por lo que no puede ser producto de alegres improvisaciones sino que, tras arbitrar medidas serias y adecuadas, blindadas con suficientes recursos, deben dar viabilidad a una sólida articulación educativa y suscitar altos niveles de motivación y competencia en los docentes, con fuerte respaldo de la sociedad y un plan de formación que propicie la excelencia. Esto comporta todo un desafío, si se quiere vertebrar bien el Sistema Educativo, que ha de tener una abierta proyección social y el empleo de metodologías activas, que propicien iniciativas correctoras de injusticias sociales, en aras de conseguir la igualdad de oportunidades. Así se evitará el fracaso escolar, síndrome que pone en solfa la formación actual de nuestros muchachos al ser víctimas de un alto porcentaje de suspensos. Fracaso que, por tener varios responsables, se impone hacer un reparto de culpas: los alumnos que desdeñan el trabajo y el esfuerzo; los padres que no están cerca de aquéllos, para ayudarlos, y un caldo de cultivo ambiental, poco favorable para la educación y adverso a los intereses escolares, como son los valores morales, formativos y éticos, que les depararán una formación integral. El "yo soy yo y mis circunstancias", y el "nadie se educa solo", de Ortega y Gasset , y Paulo Freire , respectivamente, corroboran la enorme influencia de la calle. Fracaso, al fin que, según Rotger Amengual , "denota un objetivo escolar incumplido, una inadecuada organización del centro y una insuficiente relación docente-discente".

Por otra parte, el estudiante se formará en clases donde la ratio profesor/alumno sea equilibrada, mientras funcionan las tutorías, se agilizan las estrategias didácticas y los objetivos del centro se ajustan a cada situación concreta, con enseñanzas individualizadas, que atiendan no sólo al chico normal , sino que, ante la diversidad, también lo hagan al que necesite integrarse. Y ofreciendo al alumnado el beneficio de la evaluación, que evita en parte los temidos exámenes, en que se priorizan los datos y las tasas de aprobados, pero se infravalora el esfuerzo, la solidaridad, la participación y la voluntad de superación, De todo ello se hace especialmente responsable el centro, que analizará las causas del fracaso escolar, denunciará fallos y propondrá soluciones, para conseguir una sensible mejora de dicho proceso educacional. Aquí los profesores, en permanente reciclaje, tienen mucho que decir, auxiliados siempre con buenos libros de textos, cuyos contenidos sean, según J. Jimeno Sacristán , "sustanciales culturalmente y relevantes socialmente".

El triángulo educativo se cierra con la presencia de los padres, ya que, aunque se cuente con buen profesorado, si éste no recibe su ayuda, el éxito del trabajo académico no será posible; sobre todo si, en ciertos hogares, abundan los problemas familiares. Pero vayamos al principio: No hay pretexto ni razón, por poderosos que sean, para arrojar la toalla, renunciando a defender la calidad del sistema educativo, sobre todo si se ponen en tensión todos los medios que están al alcance de toda comunidad escolar, a la que no le deben faltar nunca los dineros necesarios para tal fin. Mientras tanto las autoridades de las comunidades autónomas darán su aliento y apoyo, haciendo suyas, matices aparte, las grandes líneas que hemos defendido en el presente texto.