La noticia es fuerte y causa alarma: dos alumnos de un conocido centro educativo de Cáceres, han sido detenidos por sustraer y vender 20 ordenadores. Algo así ha ocurrido en otros centros. Con ser grave lo expuesto, solo son anécdotas de una categoría que vamos a interiorizar. Desde hace tiempo, se han abierto foros que nos alertan ante éstos y otros sucesos escolares, preconizando terapias urgentes, en que debe implicarse la comunidad educativa. Mientras tanto, seguimos metidos en política hasta la saciedad, entre luchas electorales y rifirrafes partidistas, al tiempo que se nos va, por el salidero de una cierta dejadez, algo tan nuclear como la educación. Es cierto que el ambiente es adverso para potenciarla, pero , quiérase o no, es quicio y clave de bóveda de todo el entramado social. El clima familiar no discurre con la armonía deseable. El profesor, con su antigua aureola popular, ya no es una figura respetada. El alumno ya no pide, sino exige, al rebufo de normas ministeriales que han exaltado en demasía sus derechos, siendo causa pendular de que la pedagogía del miedo haya sido sustituida por una blandengue actitud de muchos padres, incapaces de imponer el más leve castigo a sus hijos. Y, además, entre padres y centros, no ha habido la suficiente ósmosis de colaboración y ayuda-

Se impone, pues, un golpe de timón. Educando más y mejor, con testimonios de vida, que es lo que arrastra y convence, pues es débil recurso la teoría que no se enraiza en un sólido proyecto de futuro.Y ¿educar para qué? Para crear valores que eviten esa cadena de corrupciones que hoy nos atosiga, para que funcione una disciplina que yugule caprichos y siembre buenas actitudes, para fortalecer la autoridad en la familia y en el aula, que brilla por su ausencia, demasiadas veces, para enfatizar más el "ser" que el "tener" (Cristina Onassis decía que era pobre porque solo tenía dinero), potenciando el orden moral y no sólo la técnica, para que los hijos quieran lo que hagan y no hagan lo que quieran, desdeñen el "todo vale" y desprecien antivalores, que crecen como setas en esta zarandeada sociedad- Eduquemos para la democracia y la responsabilidad que respeta la palabra dada, para la libertad, el amor y la amistad, y el sagrado respeto a la vida, donde abunde la solidaridad, que tolera creencias y el modo de ser de otros. Demos, en fin, a nuestros muchachos, espíritu crítico que les permitan enfrentarse a la vida con la suficiente madurez y una sana educación sexual, sin cataplasmas progresistas que adulteran el proceso armónico de su natural crecimiento-Todo ello se encierra en una formación a fondo de nuestros jóvenes, que, según Alfredo Fierro , deberá ser rica en "viveros de energía para una vida humana decente", y en que, parafraseando a Céspedes Navas , "la voluntad vaya hacia el bien, la sensibilidad hacia la belleza y la inteligencia hacia la verdad". Hermosos axiomas sobre los que se debe construir el edificio social, pero si aquéllos no funcionan, éste se cuartea, terminando por derrumbarse su clave de bóveda, que es la educación.