WSw e sabía que la zozobra que ha presidido las negociaciones y las votaciones sobre el aumento del techo de gasto público en Estados Unidos, con la improbable perspectiva de la suspensión de pagos de la primera economía del mundo, iba a tener consecuencias. Lo que no era tan previsible es que esas repercusiones se dejaran notar más al otro lado del Atlántico, incluso en países que ni siquiera son tenedores de deuda soberana norteamericana, o que la tienen en proporciones mínimas.

Las razones que explican esa especie de efecto mariposa es que los especuladores saben que se acercan turbulencias, que ellos mismos pueden animar, y obtener buenos resultados. Para eso deben apostar contra las posiciones más débiles, que en estos momentos son las de los países europeos intervenidos, más Italia y España. En esto están, y no parece que estén dispuestos a dejar la presa de inmediato.

Ayer mismo, la prima de riesgo española, que representa el sobrecoste de invertir en la deuda nacional respecto a la alemana, subió de 374 a 387 puntos básicos, aunque en determinados momentos de la mañana se llegaron a superar los 400, nivel al que se acometió el rescate de Grecia, Portugal e Irlanda. La situación obligó a Zapatero a mantener contacto teléfonico con el líder de la oposición. Mariano Rajoy, y con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, quien se encargó de ahuyentar los fantasmas sobre una posible intervención de España.

La inestabilidad que los tiburones de las finanzas atisban en el horizonte responde, no obstante, a causas objetivas. El acuerdo firmado ayer por el presidente Obama supone, entre otras cosas, que la Administración norteamericana no podrá estimular su economía, como hizo en el pasado reciente, ayudada por la Reserva Federal. Atarse las manos de esa forma, cuando el viernes se supo que el PIB solo creció el 1,3% en el segundo trimestre del año, el lunes se informó de una caída del índice manufacturero y el martes trascendió que el gasto de los consumidores de junio se redujo, quiere decir que Washington va a aplicar la misma política restrictiva de Europa. Y, como se sabe, aquí solo está dando resultado en algunos países, quizá aquellos cuyas economías dependen menos de la demanda interna, que no es el caso de Estados Unidos.

Las perspectivas de crecimiento del PIB estadounidense y la unidad política en lo tocante a las medidas económicas a aplicar son dos de los elementos que influyen en la capacidad del país para hacer frente a sus obligaciones de futuro. Por eso, la próxima revisión de la calidad de la deuda soberana de Estados Unidos por parte de las famosas agencias de rating será determinante para el desarrollo de los acontecimientos. El país podría perder la AAA por primera vez en 70 años.