XDxesgraciadamente no estoy ya en edad de iniciar estudios universitarios. Pero si lo estuviera, la última universidad del mundo en la que me matricularía sería esa de Georgetown. ¿Se imaginan ustedes que acudiera como joven estudiante a una de sus jesuíticas aulas y a las primeras de cambio me topase con Mister Aznar, the former president of the republic of Spain , como a buen seguro le denominarán por esas tierras? ¿Lo vieron ustedes hace unos días en la televisión?

Ultimamente proliferan las llamadas comparecencias de políticos de diverso pelaje, dicho sea con todo respeto, y condición. O quizás se trate de que en la actualidad los medios audiovisuales se encargan de divulgar a los cuatro vientos lo que antes permanecía en ámbitos mucho más restringidos. Y por ello, raro es el día en que no nos desayunamos con las declaraciones de éste o aquel personaje, en una especie de sesión continua que puede confundir al espectador si no contempla el espectáculo con cierto distanciamiento.

Pero sería craso error juzgar a todos por el mismo rasero. Hay declaraciones levantiscas, profundamente erróneas tanto en el fondo como en la forma. Y no habrá de irse el lector muy lejos de estas tierras extremeñas para encontrar ejemplos de ellas. Alguien con ascendiente sobre cierta autoridad regional cuyo nombre es innecesario citar debiera aconsejar a nuestro hombre que contara hasta diez, o hasta mil si preciso fuera, antes de caer en la tentación de algún micrófono ávido de dislates. Hay otras declaraciones, sin duda más peligrosas, envueltas por una exquisita educación y expresadas con voz extremadamente suave, de forma inaudible casi, al modo en que algunas serpientes se aproximan a sus víctimas. En el parlamento de Madrid, y más concretamente, en la comisión que investiga lo sucedido el 11 de marzo, hemos tenido numerosos ejemplos de lo que digo, de los cuales el más palmario ha sido el ofrecido recientemente por el nuevo y susodicho profesor universitario. ¡Qué buena pieza, por cierto, si hubiera habido un buen cazador!

Pero, afortunadamente, hay declaraciones que por su excepcionalidad son para remarcar y colgarlas en una pared. Las últimas del ministro Moratinos constituyen un ejemplo de sensatez y modestia en un mar habitualmente infestado de tiburones e hipócritas. Reconocer que sus palabras sobre el apoyo del gobierno de Aznar al golpe, postreramente fallido, contra el presidente Chávez (al que Rajoy llama taimadamente coronel ), aunque acertadas en el fondo, fueron erróneas por el modo y lugar en el que se produjeron, constituye una muestra magnífica de que no todos los políticos son iguales. Y aunque uno tenga discrepancias sobre aspectos concretos de la política del gobierno de Zapatero ha de reconocer que estos modos francos de actuar, ese alejamiento tan humilde como kilométrico de la soberbia y la mentira que caracterizaron etapas pasadas, hace que cada día que pase gane en popularidad entre la gente el Ejecutivo de Madrid. Y harían bien otros políticos, de por aquí o de más lejos, en mirarse en ejemplos como el de Moratinos, para contribuir a que la dedicación a la cosa pública no sea interpretada por muchos como forma superior de producir falsedad y agresión, sea con palabras que por sí mismas se descalifican, sea bajo la apariencia de suavidad del caramelo envenenado que entregaríamos a nuestro peor enemigo. Si lo hubiera.

*Profesor