Todo ser humano toca o es tocado por otros seres u objetos. No sólo nos rozamos sin querer unos con otros cuando nos aglomeramos en el autobús o en el metro --pregúntenle a los japoneses--, también nos sobamos unos a otros voluntariamente --pregúntenle a los que se quieren mucho--. Estamos condenados a acariciar lo que otros ya han acariciado --telas plisadas de cojines de sillones que alisamos antes de sentarnos--, o a agarrar lo que otros han agarrado --barras de carritos de la compra--, o a pulsar lo que muchos antes han pulsado --interruptores de iluminación de lavabos públicos--. Por eso el que es excesivamente escrupuloso puede pasarlo mal. Bien está cuidarse de que nuestra piel no se codee con malas compañías y nuestro estómago no acoja mejunjes malsanos, pero eso de ir por la vida de escrupuloso obsesivo a lo Michael Jackson , cual único pulcro y aseado del mundo, es más bien actitud de alienígena.

Lo paradójico es que a través de los objetos que menos aprecian esos a los que consideramos guarros y solemos llamar mendigos o indigentes, y palpamos, asimos y guardamos con deleite los que pasamos por limpios, podrían trasmitirse las bacterias y virus que provocan muchas enfermedades. Me refiero al dinero en forma de moneda o billete.

Pensemos que una moneda o un billete pueden recorrer el mundo entero y ser tocado por cientos de personas antes de llegar a nuestras manos; y sin embargo a un billete --no quiero suponer que pudiera haber estado en los sitios más insospechados-- ni el más escrupuloso de los mortales hace ascos. Reparen en eso y antes de tomar cualquier billete o moneda en sus manos, pónganse unos guantes de látex. O hagan lo que hizo un amigo mío ricachón exageradamente escrupuloso que ya murió y no me dejó ni un sólo céntimo de su herencia. Este hombre, que era bastante excéntrico, contrató a un tipo que le acompañaba a todas partes, como si fuese su sombra, y hacía de sus manos, de manera que él nunca tocaba ni se tocaba nada. Imaginen.

Los muy escrupulosos podrían hacer ascos también al dinero cuando llegara a sus manos, así, los que no lo somos tanto, tendríamos motivos para serlo aún menos.

*Pintor