TEtl cardenal arzobispo de Toledo y Primado de España, Antonio Cañizares , no ha tardado ni tres días en proclamar su visión apocalíptica del futuro de España, tras el nuevo triunfo de Zapatero en las urnas. Ya no ocupa la vicepresidencia de la Conferencia Episcopal, pero sus palabras pueden presagiar cuatro años de tensas relaciones entre el nuevo ejecutivo y la jerarquía eclesiástica. ¡Qué desengaño! ¡Qué frustración! Debió sentir monseñor según avanzaba la noche del domingo pasado y el escrutinio no era favorable a los suyos. Aunque bien pensado, el Partido Popular no había prometido derogar la Ley del Aborto, ni la que permite contraer matrimonio a personas del mismo sexo, que son los pecados capitales de Zapatero. Lo que más preocupa a Cañizares y lo que le lleva a pensar que vamos a la perdición.

Todavía queda, a juicio de Cañizares, una esperanza y es que el Gobierno se mueva dentro de la Constitución (como si ese fuera un marco del que se puede salir y entrar sin que se note); que busque el bien de España, como hace la Iglesia, y en ese caso sí habrá colaboración. Considera el Primado de España que en todo Occidente estamos viviendo una revolución laica (nada que ver con la revolución cultural china, gracias a Dios). Que nuestro país es la avanzadilla con sus leyes de género, las cuales van más allá del feminismo tradicional y derivan en una suerte de lucha de clases entre el hombre y la mujer. Se refiere a la Ley de Igualdad.

Y es muy respetable que el cardenal muestre su disconformidad con esta ley. Pero no se le conocen alegatos tan firmes cada vez que un varón, que seguramente no cree mucho en la igualdad, y más bien considera que su mujer es de su propiedad, la asesina cuando ella intenta dejarle. Tanta preocupación por la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, merecería que la Conferencia Episcopal dedicara un amplio comunicado de condena, incluso con amenaza de excomunión, a los asesinos machistas. Esas muertas son el verdadero desastre, monseñor.