Ya estamos en plena cuesta de enero. Hay rebajas, para bajarla suavemente, y múltiples encarecimientos, para subirla jadeando. O surfeando dientes de sierra, como me imagino las frías semanas que tenemos por delante. Como siempre, desde que conservo memoria. Con tanto agorero que nos amenaza, me quedo con la realidad del día a día que, aunque no sea muy boyante, tampoco es para sentir más desespero o desánimo que tras el año pasado, el anterior o el otro de atrás...

A ver, el nuevo Gobierno muestra ganas de trabajar, de portarse bien para durar una legislatura completa, de innovar buscando nuevos caminos, de dejar huella bonita y solidaria, de subirse al carro de las nuevas tecnologías y de las urgencias que nuestro planeta demanda. Claro que unos y otros piensan diferente. Sin embargo, si se ciñen a lo principal, lo tienen fácil. Únicamente tienen que pensar, trabajar y pelear por el bien de 47 millones de personas que dependen de ellos; ceñirse primero a lo urgente y luego a lo importante; proteger a los débiles sin masacrar a los fuertes; hablar y dialogar no solamente entre ellos, sino para todos los demás, o sea para los que les pagamos el sueldo y les hemos colocado donde están; y explicar qué hacen y por qué lo hacen, o dar cuentas de lo que no hacen y por qué no lo hacen.