TDtecía Jesús Gil que de la cárcel se sale, pero que de pobre es mucho más difícil. Más que una opinión parece el santo y seña de nuestra sociedad, donde ha llegado un momento en que las cárceles parecían la sala de espera vip de cualquier aeropuerto: alcaldes, banqueros, directores generales, abogados del Estado. Pero resulta que los españoles éramos unos pardillos, como nos demostró el padre y la madre de los estafadores de todos los tiempos, el ciudadano Bernard Madoff , que se llevó por delante 65.000 millones de dólares.

Te pones a contar uno, dos, tres, cuatro y hasta que llegas a 65.000 te agotas, y cada dígito es un millón de dólares. El G.F. (Gran Estafador) está en la cárcel, condenado a 150 años, pero saldrá, porque se pondrá malito, y los médicos dirán que su vida corre peligro. La vida de los que tienen dinero siempre corre más peligro que la vida de los pobres, que mueren en la cárcel, o se suicidan, con bastante discreción.

Cuando salga, siempre tendrá el consuelo de que lo acoja su mujer, Ruth , a la que algo le habrá quedado, aunque ahora le reclaman a ella casi 45 millones de dólares, una minucia, por llevar una vida de esplendor a costa de los estafados. La señora de Madoff se compró un yate de millón y medio de euros y gastó de las tarjetas que iban a cargo de la empresa estafadora unos 78.000 euros, y es que sales de compras y entre un bolso de Louis Vuitton y un vestido de Chanel se te va el dinero sin darte cuenta. Los que se dieron cuenta son los estafados, que jamás recuperarán el dinero, aunque doña Ruth eche mano del calcetín y pague lo que le reclaman.

Escuchen, cuando puedan, la letra del tango "Cambalache" y observarán con asombro su rabiosa actualidad: "el que no llora, no mama, y el que no roba es un gil". La podía haber escrito el otro Gil. Y también esto: "Estafa, que algo queda".