La euforia no se puede disimular. De ahí que sea imposible no apreciar el estado de satisfacción en el que se halla el PSOE extremeño habiendo ganado las elecciones por mayoría absoluta. La toma de posesión de Guillermo Fernández Vara este jueves era una fiesta, un partido exultante cuyos miembros rebosan felicidad. El camino de oscuridad que tuvieron que atravesar en la legislatura 2011-2015, cuando Monago ganó las elecciones e Izquierda Unida se abstuvo para mandarles a la oposición, aún se recuerda con pavor, por lo que las mieles del triunfo esta vez se están disfrutando sobremanera. Si en cuatro años se logró recuperar el poder ganando las elecciones, en ocho se han alcanzado las cotas de antaño, cuando el todopoderoso PSOE no precisaba de nadie para aprobar leyes, sacar adelante presupuestos o lanzar iniciativas que requirieran de apoyos de otros.

Fernández Vara resulta ya el líder indiscutible. En todo partido existe la máxima de que quien gana manda y él ha sido capaz de ganar, perder y volver a ganar, para finalmente dejar al partido en niveles por encima de los que se encontró. A estas alturas de la película ya nadie recuerda las tensiones habidas cuando perdió las elecciones en 2011 y muchos dirigentes de peso se tuvieron que marchar para su casa o cuando se desarrolló el proceso de primeras con hasta dos candidatos alternativos a los que tuvo que ganar en las urnas. Todo eso erosiona una organización, pero a la larga, en la política de hoy, quien supera la prueba del algodón de la militancia acaba siendo mayormente reconocido.

Hoy es el jefe del PSOE sin ningún género de duda. La victoria por mayoría absoluta del pasado 26-M lo ha posicionado en lo más alto. Ya no es el candidato que puso Ibarra o el presidente que tuvo que pelear contra los nostálgicos de Ibarra, es el líder que deberá ahora preparar el partido estos cuatro años para cuando él se marche y haya que buscar un heredero. En dos años estaremos de congreso y veremos qué transición hace este partido y qué derroteros tiene que vivir para que no haya ni vencedores ni vencidos. Un desgaste más que si no se dirige de forma adecuada traerá secuelas.

La legislatura se presenta un tanto plana en lo político. Con un ‘súper-PSOE’ más que crecido y un PP debilitado, y sin saber aún muy bien quién va a ser su líder del mañana, difícilmente puede vivirse una situación atractiva. Pareciera que los partidos estuvieran mirándose o midiéndose más en clave interna que externa y eso se traslada a la política. De momento, los populares se han erigido en única oposición, viendo que Podemos y Ciudadanos se abstenían en el debate de investidura de Fernández Vara. Aunque sea un poco forzado --no en vano el PP se abstuvo en las pasadas elecciones con el mismo Vara y nadie los colocó del lado de los socialistas--, lo cierto es que resulta el papel que deben adoptar si quieren asomar la cabeza los años venideros. Si Vara no requiere de apoyos ni tiene necesidad de darle un papel relevante a ningún partido, mejor jugar a liderar la oposición aprovechándote de tu ventaja sobre el resto partidos. Para algo deben valer los 20 escaños con que cuenta el PP frente a los 7 de Ciudadanos y los 4 de Podemos. Siempre se ocupará más espacio en los informativos siendo líder de la oposición, que formando parte de una terna.

Fernández Vara dijo en su discurso de investidura esta semana que no va a cambiar su manera de gobernar a pesar de su holgada mayoría. Sin embargo, a lo largo de las dos sesiones parlamentarias que duró el debate salieron a relucir algunos matices. En el primer día señaló, en efecto, que gobernaría estos cuatro años como si no tuviera mayoría absoluta. Sin embargo, el segundo día avisó al resto de partidos de que diálogo sí, pero dejando claro que había sido el PSOE el que había ganado las elecciones.

En suma, que él puede ofrecer pactar cuestiones que atañen a Extremadura buscando el mayor respaldo posible sin necesitarlo, pero no que los demás le digan cómo se tienen que hacer las cosas. Su disposición consiste en dejar que todos se sienten a la mesa, pero se juega la partida con sus normas, de lo contrario se recoge el tablero. Eso tiene la mayoría absoluta, que se puede ser dialogante, pero si no hay acuerdo uno impone su criterio u opinión.

Con estas pautas y estos actores se desarrollará la vida política de esta región los próximos cuatro años. Lo cierto y real es que, al menos dos de estos actores, ni Vara ni Monago, estarán en los próximos comicios. El primero seguro y el segundo lo más seguro. Eso conlleva miles de conversaciones, intrigas, pactos y maniobras políticas que, al final, puede que sí hagan interesante la legislatura.