Es sabido que el codiciado y politizado actor George Clooney comenta que es capaz de hacer cualquier cosa para ayudar a Barack Obama a ganar la presidencia. "Incluido no acercarme a él", afirma. Se percata de que los besos del progre Hollywood no son bien digeridos en buena parte de Estados Unidos, probablemente en aquella en la que se va a jugar la elección. Con Europa puede ocurrir igual: no es descartable que el encandilamiento que siente por Obama, ese apasionamiento de los decadentes y quejicas europeos, no reporte precisamente beneficios al candidato.

Enamorados, los europeos lo están. El 84% de los franceses querrían la victoria de Obama. En Alemania, donde reunió a 200.000 personas, algo inalcanzable para un político local, en Gran Bretaña, en España... Los sentimientos son claramente mayoritarios a su favor. Difícil sería encontrar un país europeo, Rusia también, en el que no barriese.

El entusiasmo es tal que el primer ministro británico escribe que Obama es el que tiene mejores propuestas para solucionar los problemas económicos que aquejan a EEUU. Gordon Brown se ha saltado a la torera la norma del protocolo entre los estados de no mostrar preferencias por un candidato en una elecciones. Si tuviese buena memoria, recordaría qué gafe fue su predecesor John Major cuando se inclinó por Bush padre en su pugna con Clinton . Este, que ganó, se irritó considerablemente, y más aún al trascender que el Gobierno de Londres había investigado la acusación de que el demócrata, en la época de la guerra de Vietnam, había intentado hacerse británico.

XBASTANTES LIDERESx europeos se muerden la lengua para no declarar su amor por Obama, y hacen bien, porque, si perdiese, su contrincante habría tomado buena nota, tendría a mucha gente que se lo recordase y podría actuar en consecuencia. Hay pruebas.

Ese es el tema. La pelota está hoy totalmente en el tejado y, en contra de los deseos europeos, Obama podría perder. Santones y opinión pública de nuestro continente encontrarán extraño y poco creíble que, dado lo impopular y aberrante que se considera aquí la guerra de Irak, un candidato que se declara partidario de ella, McCain , pueda tener la menor oportunidad. La tiene. Hoy está delante en los sondeos. Que la escogida para vicepresidenta, Sarah Palin , tenga una opinión sobre el conflicto parecida a la de McCain y eso no le quite votos también causará aquí estupor. Que la señora Palin sea contraria al aborto, cuestione que el hombre sea el causante del cambio climático y defienda bragadamente el derecho individual a llevar armas, es un cocktail que hará mover aquí condescendientemente la cabeza. Pero allí la candidata, otra sorpresa, ha dado un vuelco sonado a los pronósticos. Ha galvanizado y movilizado a los votantes republicanos, en los mítines a los que acude con McCain congrega cuatro veces más gente que cuando él actúa solo, y Andrew Ward sostiene --había algo parecido en la película de Loretta Young La hija del granjero -- que, si la Palin se limitase en un mitin a leer la guía telefónica, la gente la seguiría aclamando entusiásticamente. El tándem republicano tiene hoy los pronósticos levemente a su favor. Un dato: hace 20 días, entre las mujeres blancas los pronósticos estaban 52-43 a favor de Obama. Hoy están 51-42 a favor de McCain. Es una franja del electorado que puede decidir el resultado el 4 de noviembre. McCain-Palin tienen asimismo buenas expectativas en numerosos bluecollars (obreros) indecisos.

La aquí anhelada victoria de Obama también puede deparar sorpresas. En varios campos. La alianza de Estados Unidos con Europa, por ejemplo, no es lo que era. Los europeos, sin tanques soviéticos en sus fronteras, manifiestan más abiertamente sus discrepancias con Washington al percatarse de que dependen menos de él. Los americanos, por su parte, van dejando de ver a Europa como una zona vital para la seguridad de Estados Unidos. La OTAN, sin embargo, existe y sigue siendo necesaria. El candidato demócrata ya ha señalado que es el momento de reforzar la Alianza Atlántica "pidiendo más cosas a nuestros aliados".

Esto podría querer decir que Obama encuentra comodona y gorrona la actitud de los europeos en Afganistán, adonde unos países no envían tropas, otros solo quieren tenerlas en lugares de poco riesgo, etcétera. ¿Está Europa dispuesta a involucrarse más allí? Ciertamente, no. Las discrepancias con el deseado aflorarán.

Las elecciones traerán la marcha de Bush, lo que priva a los europeos de una excelente coartada. Muchas cabezas de este lado achacan las reticencias hacia Estados Unidos a Bush y a su guerra de Irak. El razonamiento renquea. Bush ya fue abroncado en su primer desplazamiento a Europa antes del conflicto. Uno de sus delitos era no haber indultado, en un país en el que existe la pena de muerte, al autor del atentado de Oklahoma en el que murieron 170 personas. De otro lado, los europeos son muy sensibles y pacifistas en los conflictos en que interviene Estados Unidos, pero si el derramamiento de sangre es por otras circunstancias (Bosnia, Ruanda, Darfur, etcétera), la indignación es limitada. O nula.

Nuestro antiamericanismo, nuestro resentimiento hacia el Imperio, sigue gozando de buena salud.

*Cónsul de España en Los Angeles.