La Exposición Internacional de Zaragoza dedicada al agua y al desarrollo sostenible fue clausurada ayer, después de un periplo de 93 días en los que alrededor de 5,5 millones de personas han accedido al recinto en la capital del Ebro. Los cálculos más optimistas de la organización hablaban de 6,5 millones de visitantes, pero conviene no centrar el balance de la Expo en los datos de asistencia, que, por cierto, han ido de menos a más.

La Expo ha supuesto para Zaragoza un salto espectacular que la consolidan como una ciudad con enormes posibilidades de crecimiento. A su envidiable ubicación estratégica --en el centro de una X formada por Barcelona, Madrid, Bilbao y Valencia-- y sus buenas comunicaciones, se han sumado ahora unas infraestructuras urbanas que sin duda mejorarán la calidad de vida de los zaragozanos y será un potente polo de atracción para turistas y empresarios.

En segundo lugar, la Expo deja un inmenso legado de reflexiones sobre el uso del agua y los problemas medioambientales que sufre el planeta como consecuencia de un desarrollo desaforado. Más de 2.000 científicos han desfilado en estos tres meses por la Tribuna del Agua de la Expo y han puesto el acento en que el agua es un derecho humano que debe garantizarse a todos los habitantes del planeta y en que la tecnología, pero también la política, deben ponerse al servicio de un desarrollo compatible con el respeto al medio natural.

Ese debate ha tenido escaso eco en los medios de masas españoles y se ha visto salpicado por injerencias poco presentables por parte del poder político. Pero los responsables de la Expo tienen ahora la posibilidad de divulgarlo tanto para consumo de científicos como para el de la sociedad en su conjunto.

Quienes han visitado la Expo han salido, en general y según las encuestas realizadas por la organización, satisfechos de la experiencia. Las incomodidades, las largas esperas o el calor no parecen haber desanimado a un público volcado en la visita de pabellones de interés muy desigual. También en esta Expo, Extremadura ha tenido un papel muy destacado (el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, la visitó la semana pasada), con la instalación de un pabellón que ha sido visitado por 700.000 personas y que ha mostrado a la extremeña como la comunidad autónoma con mayor reserva de agua dulce del país.

Para Zaragoza quedan algunas joyas arquitectónicas --la Torre del Agua, el Pabellón de España, los nuevos puentes sobre el Ebro-- que deberán recibir usos adecuados una vez terminados los fastos. Reutilizar con inteligencia unas infraestructuras que han supuesto una inversión de 7.000 millones de euros será la prueba definitiva de que Zaragoza se distingue por sacar el rendimiento adecuado de un tipo de plataformas que van a la baja en todo el mundo.