XAxño tras año, por estas fechas de inicio del curso escolar, se suscita el mismo problema: el precio de los libros de texto. Seguramente el mundo del libro sea el sector económico que más se presta a la demagogia política en nuestro país. Los partidos políticos siempre han aprovechado el vehículo de la cultura (y en este caso el del libro), para hacer política partidista. Fue la antigua ministra de Cultura, Esperanza Aguirre, la que incorporó en la Ley de Acompañamiento de los Presupuestos Generales del Estado del año 2002 la aplicación del 25% de descuento en los libros de texto, aprovechando una situación política que favorecía en aquellos momentos a los intereses electorales del PP, sin tener en cuenta que dicho porcentaje correspondía al margen comercial legal reconocido por ley a las librerías. Pero verdaderamente, ¿a quién se ha favorecido con esta medida? Sin lugar a dudas, a las grandes superficies, que ofrecen publicitariamente el descuento sobre libros como señuelo para atraer al consumidor hacia su verdadero negocio (ropa, comestibles, electrodomésticos, música, etcétera) sin importarles para nada el libro ni tan siquiera el consumidor. Pasado el aluvión de los primeros días de la venta de textos escolares, ¿gestionan las grandes superficies cualquier petición que hagan sus clientes de un determinado libro? ¡No! Mientras tanto, la librería es un punto de cultura permanente, que gestiona y ofrece un servicio personalizado durante todo el año. Esta es la gran diferencia entre las librerías y las grandes superficies.

La introducción del descuento ha servido para empobrecer al sector de la librería rompiendo el tejido social constituido por pequeños negocios (librería-papelería) de ámbito familiar y pequeñas librerías de barrio, cuyos principales ingresos eran precisamente los textos en la apertura de curso. Imposibilitados de sostener una línea competitiva ante las grandes áreas, se han visto muchas de ellas obligadas a cerrar, ocasionando paro y pérdida de puestos de trabajo, los cuales han venido a engrosar la alta tasa de paro a cargo del erario público, mientras las grandes superficies incrementan sus beneficios. Pero retomando el sentido que en estas líneas queremos reflejar, político y social, ¡qué imagen de incoherencia política ha dado una vez más el PSOE cuando el director general del Libro anuncia una nueva política del precio fijo y, a renglón seguido, es desautorizado por la ministra del ramo, Carmen Calvo !

El sector del libro lleva años luchando por el precio fijo y los políticos no lo entienden y lo único que se ha liberado ha sido el margen comercial o descuento. Pero, ¿qué pasa verdaderamente con el precio de los libros de textos? ¿Por qué el Ministerio de Cultura no controla el precio del libro? Si hay precio fijo para otros sectores como puede ser el de los medicamentos, ¿por qué no puede haberlo para el del libro?

A nosotros no nos extrañan las declaraciones del Tribunal de la Competencia, si tenemos en cuenta que desde el año 1995 hasta el 2000 ha estado presidido por Amadeo Petitbó que, a la postre, se descubrió que había estado asesorando al sector de las grandes superficies.

Pero hay algo más importante que el precio en los textos escolares: la falta de un verdadero sentido social. ¿Por qué cada año aparecen nuevos libros ? La vigente Ley de Educación (¡bueno, a lo mejor no es tan vigente con tanto cambio!), contempla la vigencia de cuatro año para los libros de textos. ¿Pero se cumple este requisito? Ciertamente, ¡no! Las editoriales, en su afán de expansión productiva, introducen pequeñas modificaciones en sus publicaciones (portadas, alteración del orden de los capítulos, etcétera) para de esta forma imponer nuevos textos, lo que inhabilita el texto del curso anterior, propiciando desembolsos que desequilibran los ingresos de las familias. Y, a todo esto, ¿qué dicen las APA y las asociaciones de consumidores que con tanto énfasis reivindican los descuentos? ¿Contribuye el profesorado a esta situación de desequilibrio económico familiar? Creemos y afirmamos que sí, al aceptar unas modificaciones insustanciales en los nuevos textos que para nada alteran o modifican las asignaturas.

Estamos convencidos de que esta práctica del nuevo texto está perjudicando económicamente al consumidor por la presión que se hace a través del profesorado, por el mundo editorial.

*Librero