WDwel mismo modo que tras el franquismo fue saludable que los militares regresasen a los cuarteles, lo cual, por cierto, no fue nada fácil, pero acabó realizándose bien, hay otros grupos que deben volver a sus verdaderos reductos naturales. Como no somos corporativos, empezaremos por los periodistas: con un excesivo e impropio papel directamente político en la democracia española, han de ceñirse a sus salas de redacción.

La lista sigue con los jueces, que se cruzan y se suman demasiado a las estrategias e intereses de los partidos políticos, dentro y fuera de sus tribunales. Y los obispos, que desbordan el marco de las competencias sobre sus feligreses y quieren condicionar la vida de quienes no lo son.

Las circunstancias obligan a hablar también con franqueza de las víctimas del terrorismo y sus familias. Tienen nuestro absoluto respeto y merecen generosidad en la ayuda que les prestan las administraciones. Pero ellos tampoco deben ni dirigir ni condicionar la política de este país. Sobre la lucha antiterrorista, desgraciadamente tienen condicionantes específicos que les alejan de la objetividad. A los sacrificios que ya han hecho, han de añadir el de saber estar, ahora y aquí, en su verdadero sitio.