Para Toñi Durán

Se puede estar a favor de la eutanasia como se puede estar en contra. Ahí está, por ejemplo, el millón de firmas presentado hace unos días en el Congreso para pedir que se tramite en España una ley que la regule. Y ahí está también, por su parte, el parecer del papa Francisco sobre el fallo del Tribunal de Casación de Francia que ha autorizado la retirada de las medidas terapéuticas que durante 11 años han mantenido con vida -aunque en estado vegetativo- a Vicent Lambert: «¡Que los médicos ayuden a la vida, no que la quiten!», pedía Francisco vía Twitter. Bien es verdad que un millón de firmas en España a favor de la eutanasia es poco frente a los miles de millones de cristianos -dos mil millones en el mundo- que hay detrás del papa (solo en España, treinta y dos millones). Pero no se trata de cifras, sino de respetar por igual la voluntad de quienes creen que el sufrimiento no está por encima de la vida, razón por la cual piden -a la hora y en la hora- que se les administre pentobarbital, y la voluntad de quienes creen que la vida está por encima del sufrimiento y, llegado el momento, piden los santos óleos de la extremaunción. Son dos actitudes moralmente irreprochables.

Distinto es que una persona enferma y en estado irreversible sirva para hacer campaña a favor o en contra de la eutanasia. Véase el caso de Ángel Hernández, que administró a su mujer la muerte que ella le pedía, aquejada de esclerosis múltiple desde hacía 30 años. Hernández reconoce que el suicidio asistido de su mujer no es sino un alegato a favor de la eutanasia, cuya ley han esperado inútilmente. Pero véase asimismo, y por el contrario, el caso de María Teresa, una enferma de ataxia degenerativa desde hace 20 años y cuya familia, a través de la asociación Abogados Cristianos, ha logrado que la justicia obligue a que se le realicen maniobras de reanimación cada vez que entre en parada cardiopulmonar, una decisión que los médicos consideran «encarnizamiento terapéutico». ¿No es un alegato contra la eutanasia?

Son solo dos casos. Y una reflexión: no es preciso legalizar la eutanasia, sino que basta con derogar su prohibición.