El primer ministro francés, Jean-Pierre Raffarin, propone un plan llamado Vejez y solidaridad para combatir las consecuencias de la combinación del aumento de la esperanza de vida, la crisis de la relación familiar y el efecto de acontecimientos como la inusitada ola de calor que ha causado la muerte de 10.000 personas de edad avanzada. El punto más llamativo es la propuesta de convertir en laborable un día festivo del calendario oficial, con el objeto de dedicar los réditos de esa jornada --sobre todo, las cotizaciones sociales-- a programas de atención a la gente mayor.

La idea es tan atractiva como tramposa. Sirve para denunciar la indiferencia por lo que puede pasarle a un familiar o a un vecino de escalera, pero en realidad trata de presentar ese tipo de casos como si no fuesen unos más de los que debe atender de oficio, y bien, con los medios debidos, el servicio asistencial público francés.

A la derecha francesa le apetece más debatir la reducción de una fiesta que las nefastas consecuencias de las doctrinas conservadoras que alientan el adelgazamiento del Estado del bienestar. Quieren resolver con un día de trabajo por caridad el recorte del derecho a la asistencia. Insistimos: una trampa.