A pesar de su notable solidez electoral, que delata unas fuertes y profundas raíces sociológicas de apoyo, el PSOE sigue teniendo (como desde 2010) la asignatura pendiente de diseñar su futuro. La tardanza en planificarlo adecuadamente y algunos errores de calado lo han colocado al borde de un precipicio que, de momento, ha podido sortear. La política nacional no le está haciendo ningún favor a Pedro Sánchez a la hora de poder preocuparse por el futuro. Ha tenido que tomar muchas y muy complejas decisiones (casi siempre obligado a escoger entre lo peor y lo pésimo) en tan solo dos años de mandato, y bastante mérito tiene haber taponado la sangría del periodo 2010-2014.

Así que la primera fase de reconstrucción del PSOE debería pasar por retirar el foco de su liderazgo nacional y situarlo en el resto del partido, que hay mucho. Hay presidentes y gobiernos autonómicos, líderes regionales, provinciales y locales, cientos de diputadas y diputados, alcaldías, concejalías, miles de cargos públicos y decenas de portavoces por todo el territorio. El PSOE es mucho más que Pedro Sánchez. ¿Se está preguntando el PSOE que pasa con todo ese poder institucional que está en sus manos? ¿Qué está haciendo con él? ¿Cómo ha evolucionado el partido desde 2010? ¿Hay algún debate al respecto en todas y cada una de las autonomías y miles y miles de localidades donde el PSOE tiene representación? No.

La complejidad de la política nacional le está viniendo muy mal a Pedro Sánchez y muy bien a tantos representantes públicos del partido que están evadiendo su asunción de responsabilidades. Porque un partido es una organización social donde todo tiene su relevancia, desde los comportamientos mafiosos que mantienen a familias enteras viviendo muy bien de cargos públicos, hasta la total ausencia de cuestionamientos de líderes que no están aportando absolutamente nada al partido, pasando por la actitud de tantos y tantos militantes que callan a pesar de no estar de acuerdo ni con sus líderes ni con los procedimientos del partido ni con las políticas que se aplican.

EL PROBLEMA del PSOE no es Pedro Sánchez o, al menos, no el principal problema. Uno de los problemas del PSOE es que sigue siendo un partido donde un buen número de sus afiliados tienen como prioridad que su organización opere como una agencia de empleo, facilitándoles a ellos, sus familias y sus círculos cercanos un modo de vida cómodo y estable. Esa prioridad tiene tres efectos perniciosos que mantienen al partido anquilosado en lo que ya era antes de 2010: los que han conseguido su cargo rinden pleitesía al líder que se lo ha dado, por nefasto que sea; los que aún no lo tienen, guardan silencio para poder tenerlo en el futuro; y, sobre todo, los militantes se alejan así de una ciudadanía que, como promedio, vive mucho peor de lo que se vive con los sueldos de libre designación.

En ese sentido, el PSOE es exactamente el mismo que en 2010. Pero ser lo mismo que en 2010 es, en realidad, ser peor. Porque hay actitudes que la ciudadanía ya no está dispuesta a tolerar, porque hay muchas más vías que antes para acceder a la información y difundirla y, sobre todo, porque ahora hay otros partidos a los que votar. Así que la "fase uno" en el diseño del PSOE debería consistir en analizar región por región: ¿se siguen manteniendo organismos públicos innecesarios para poder colocar a los militantes o simpatizantes del partido, independientemente de su capacidad? ¿Todos y cada uno de los cargos públicos tienen la formación adecuada para dichos cargos? ¿Qué porcentaje de cargos públicos pertenecen al PSOE allá donde gobierna? ¿Cómo estaba el partido en cuanto a niveles de voto cuando lo cogió el líder regional, provincial o local de turno, y cómo está ahora? ¿Hay relación lógica entre las necesidades de mejora y el nivel de debate y crítica interna?

El PSOE tiene federaciones donde es tercera o cuarta fuerza política. En algunas, aunque conserva la primera o segunda posición, ha dilapidado la mitad del valor electoral que tenía; en otras empeora resultados elección tras elección. Donde gobierna no siempre aplica políticas claramente progresistas ni regeneradoras en consonancia con lo que la sociedad espera. Hay líderes regionales que sueñan con que el PSOE apoye al PP. Y todos esos líderes, los torpes y los conservadores y los que reúnen ambas virtudes, todos, siguen ahí. Así que la primera fase del futuro del PSOE no pasa por cambiar su liderazgo nacional, que hace literalmente lo que puede y le dejan. La primera fase pasa porque se vayan todos esos líderes que son pasado y no futuro. Y hasta que no pase por la fase uno, no podrá seguir con la dos.